Una nueva foto histórica

Hoy es día de foto histórica. Así cabalga ahora la política. La cumbre del Palau no puede estar más justificada. El Gobierno español ha pedido al Tribunal Constitucional una sentencia para que la Generalitat sepa que se puede luchar contra los desahucios y la pobreza energética, pero sin molestar a los bancos, a los grandes propietarios inmobiliarios y a las grandes compañías energéticas. Para responder a esta injusticia, el 'president' Puigdemont se reunirá con todos los partidos, con las cuatro alcaldesas metropolitanas y con la organización de los afectados, la PAH. Una foto más ilusionante que las habituales por su tono de emergencia social; aunque el mensaje, anunciado con antelación, es el de siempre: no se preocupen, lo vamos a hacer aunque no nos dejen.

Vivimos, políticamente hablando, instalados en la idea de una inminente desobediencia al poder insensible de Madrid. Como si fuera viable actuar como un país independiente de facto. Al fin y al cabo, se dirá, la historia está de nuestra parte. Los gloriosos condes de Barcelona ya practicaron la independencia por omisión del ejercicio de sus derechos de quien jurídicamente los tenía, el emperador franco. Aquella experiencia acabó bien. Aunque no sea lo mismo actuar sin avisar a un rey confiado, distante 260 leguas a caballo, que pretender evadirse del control 'on line' de un Estado de derecho profesionalmente suspicaz.

Hay que esperar a la letra de la reunión para valorarla, pero rozará la frivolidad si solo es otro episodio emotivo de reiteración de una voluntad soberana a punto para ser ejercida. La cuestión de fondo no es la expectativa pendiente del 'procés', es algo mucho más apremiante, la salvaguarda de la dignidad de unas personas que están a punto de perder sus derechos de ciudadanos. Las fotos de grupo, eficazmente divulgadas y convenientemente interpretadas, crean grandes expectativas, pero si no pueden resolver nada, mejor no retratarse.