Pequeño observatorio

Una nueva Barcelona lapidaria

JOSEP MARIA Espinàs

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Mi hermanoOrioltiene una larga colección de fotografías de Barcelona, hechas por él, de lápidas y placas de calle, interesantes por algún motivo; relativas a personajes históricos y contemporáneos. Son placas solemnes, aunque también hay algunas pintorescas.

Es extraordinaria la cantidad de placas que hay pegadas en nuestros edificios, en esas fachadas por delante de las cuales pasamos

–a veces, cada día– sin habernos fijado nunca en ellas. Yo creo que está muy bien que, en una superficie pública de medidas discretas, se informe de que «aquí nació...», «aquí vivió...», o de que en aquel lugar realizó algo notable o curioso un determinado ciudadano. Quizá esas placas están puestas demasiado altas, porque el atolondramiento y la prisa de la vida urbana no favorecen el andar mirando hacia arriba. Pero, vaya, la iniciativa urbana es cívica.

A lo largo de mis viajes a pie, como paseaba por los pueblos sin prisa, he tenido la ocasión de ver bastantes placas, y algunas fuera de lo corriente. En Cieza (Murcia) hay una placa de calle dedicada a Antonio Pérez, «bibliófilo». Otra lápida, y en la misma población, evoca públicamente la memoria de «Don José Lucas, Pepe el Practicante».

El lector se habrá dado cuenta de que se trata de homenajes poco solemnes. Los vecinos del pueblo han muerto, pero el ayuntamiento ha querido perpetuar su recuerdo sinneutralizaral difunto, respetándole simplemente la afición o el oficio: «bibliófilo», «practicante». En todos los barrios de cualquier ciudad podrían figurar referencias como esta: «Aquí tenía la tienda la Pepeta de les Herbes, que atendió a todo el mundo durante 82 años...» Pero, en general, las lápidas pretenden ser solemnes y oficiales. «Este mercado fue restaurado cuando era alcalde el señor...» Hay que aprovecharlo todo: placa para un nuevo teatro, para la reforma de una calle, para la inauguración de una estación de metro o un estadio. Al cabo de algunos años, hay obras que suelen dar un poco de asco, pero las placas municipales tienen una gran resistencia.

Un alcalde, unconsellery un presidente deberían tener una conciencia muy viva del valor informativo de las placas urbanas, y no ponerlas solo en flamantes inauguraciones. Por ejemplo: «Este magnífico edificio, que era tan bonito, se ha permitido que se haya ido deteriorando durante los mandatos de los alcaldes señores...» «Aquí había una casa modernista que fue destruida curiosamente por una constructora...».