Dos miradas

Una historia

Pequeñas historias como la del marinero Sekou Mané, fallecido en el choque con un mercante ruso, son las únicas a imagen y semejanza de nosotros mismos. La humanidad en minúsculas

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EMMA RIVEROLA

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Sekou Mané fue uno de los marineros fallecidos en el naufragio de la semana pasada frente a la costa de Barcelona. El pesquero en el que faenaba se hundió al ser abordado por un mercante ruso. Su tío, profesor en Dakar, se puso en contacto con EL PERIÓDICO. “Tienen que saber lo que hay detrás de un nombre y una edad. Tienen que saber que era una persona que adoraba a su familia, que trabajaba y vivía por ella, que hacía lo imposible para poder venir una vez al año de visita”. En su relato a Carlos Márquez Daniel desgranaba el dolor de la madre de Mané, la felicidad que este siempre había sentido en Barcelona, los frutos de su trabajo…

Al fin, todos somos historias. Y esos relatos individuales, únicos, son los que nos permiten entendernos, incluso amarnos. Del mismo modo que la literatura nos conduce por calles desconocidas, nos abre las puertas de otras casas y nos invita a pasearnos por vidas ajenas. Descubrir la humanidad que late debajo de cada piel es el antídoto contra la indiferencia, también contra el desprecio a lo desconocido. Si perdemos la perspectiva de esa individualidad, cuando dejamos de percibir los miedos y las ilusiones del otro, sus esperanzas y su dolor, nos hacemos vulnerables a los discursos del odio, esos que cambian los nombres de las personas por etiquetas: negros, musulmanes, inmigrantes…

Al fin, las pequeñas historias son las únicas a imagen y semejanza de nosotros mismos. La humanidad en minúsculas.