ANÁLISIS

Una grieta en Alabama

Roy Moore, durante la noche electoral, en Montgomery (Alabama), el 12 de diciembre.

Roy Moore, durante la noche electoral, en Montgomery (Alabama), el 12 de diciembre. / periodico

Rafael Vilasanjuan

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Roy Moore o el presidente Donald Trump. ¿Quién ha perdido Alabama? Parece lógico pensar que un candidato señalado por haber acosado sexualmente a menores no era la mejor propuesta, pero si ahora mismo nos preocupa Alabama hasta el punto de escribir esta columna y llenar páginas de internacional en los diarios, es porque el muro que ha tejido Trump empieza a mostrar fatiga.

No es la primera derrota importante que los republicanos sufren desde que Donald Trump ocupa la Casa Blanca. La elección del gobernador de Florida, planteada como un referéndum a la política del presidente, ya fue territorio hostil que por fin cayó en manos demócratas en noviembre. Pero lo que ha ocurrido ahora es un castigo aún mayor. Alabama es un bastión en el sur, que ha mantenido durante décadas una fidelidad republicana inalterada y la silla vacante que ahora ocupará un demócrata tiene un valor estratégico doble. Por un lado porque la mayoría republicana en el Senado, encargada de aprobar las principales leyes del presidente, queda ahora en 51 a 49 en un momento crítico donde hay que aprobar entre otros el recorte de impuestos, para el que ya un senador republicano ha anunciado que votará en contra, dejándolo en el aire. Por otro lado, si la división en el partido republicano ya se hizo evidente en la votación para liquidar el seguro médico de Obama, esta derrota agrandará aún más la brecha.

La elección de esta silla vacante era tan importante para los planes del presidente que él mismo se implicó, enviando a su antiguo jefe de la Casa Blanca, Steve Bannon, y acusando de mentiras y falsedades en los medios el testimonio de las mujeres que sustanciaron el acoso sexual. Pero esta vez han perdido la batalla en un estado donde la victoria de los demócratas, por ponerlo en los términos de un columnista americano, es tan difícil como suponer que una selección de Jamaica le ganara la Copa del Mundo de rugby a Nueva Zelanda.

Por eso esta derrota tiene un valor estratégico que va más allá de un estado americano que aquí nos costaría incluso colocar en el mapa. La cuestión es que en el bando republicano reabre una disputa interna que algunos ya califican como una guerra civil entre los populistas que apoyan al presidente y los que solo ven en Trump una ocasión de pasar legislación favorable a ideas conservadoras, pero que recelan de una figura histriónica que ventila decisiones a través de las redes, ignorando los circuitos del partido.

El resultado es un golpe duro para ambos, pero con un presidente que odia perder podemos imaginar la rabia con la que ha tenido que asumir la derrota. Alabama no es EEUU y se hace difícil establecer paralelismos que apunten a la caída en el apoyo a Trump para evitar al menos un segundo mandato a partir del 2020, pero perder este feudo republicano es muy mala noticia para él y sus seguidores. Para quienes nos inquieta, en cambio, despertarnos cada mañana con una nueva amenaza, tal vez esta sea la primera grieta en el muro de Trump.