Un planeta que fabrica palabras

Si tengo algún lector discretamente constante creo que se habrá dado cuenta de que me interesa mucho el lenguaje. Siempre he sido un asociador de palabras. Dejando de lado el genio singular de los grandes creadores, hay una creatividad modesta que se basa en la capacidad de asociación de dos cosas que ya existen. No se trata de crear de la nada. Esto es una hipótesis divina.

Nosotros practicamos, en la vida cotidiana, una modesta creatividad de la que no somos conscientes. Cuando decimos, por ejemplo, 'casa vieja', hacemos la unión de un edificio con un estado o con el paso del tiempo. Nuestro lenguaje es rico en conexiones. Convivir, por ejemplo, es la unión de la palabra 'vivir' con la expresión 'con' que se refiere a una unión. Convivir, concertar, convenio, contacto ...

Pero dejemos las etimologías, que siempre me despiertan la curiosidad. Una curiosidad quizá nacida de la curiosidad que tuve ya hace tiempo por el significado de mis apellidos. Si me llamara Fuster o Pagès tendría muy claro el oficio de uno de mis antepasados. Que el lector me perdone mis pequeñas e inútiles curiosidades.

Debe tener mucha razón la expresión que dice: «Si quieres ser tan feliz como dices, no analices, amigo, no analices». En los tiempos actuales se ha hecho muy difícil. El mundo de la información ha estallado como una bomba expansiva. Hace pocos días estaba leyendo una revista y me di cuenta, con sorpresa, de que al llegar a la página 11 ya tenía suficiente.

Yo diría que, en mi caso, esta fatiga no se justifica por la vejez. Me atrevo a creer que, en buena parte, tiene influencia la abundancia informativa. Me he entretenido en contar los temas, las informaciones, que me ofrecía aquel ejemplar: tiroteo, envejecimiento, elefantes, indigentes, playas, exposición, presos, Mediterráneo, fútbol, Disney, películas...

Cada día miles de informaciones, pequeñas e importantes. Ningún planeta es tan curioso y charlatán.