Dos miradas

El umbral del odio

EMMA RIVEROLA

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Un hierro candente se aproxima a la piel. La víctima acabará retorciéndose de dolor. Algunos gritarán apenas sientan el ardor, otros resistirán hasta que la herida sea profunda. Como el dolor, también el odio tiene un punto de arranque, un umbral a partir del cual la razón se nubla y los impulsos primarios se imponen a las ideas.

La Gran Depresión del 29 hundió la economía norteamericana y precipitó una crisis económica mundial. Alemania, uno de los países más afectados, alcanzó tasas de desempleo astronómicas. A partir de 1933, empezó la recuperación. Y el nazismo encontró en la piel doliente de la clase media la base ideal para injertar sus ideas xenófobas.

Ahora,Angela Merkelpide a los inmigrantes que adopten los valores alemanes, que ella identifica con los cristianos. La ecuación es fácil: si la buena Alemania es de raíz cristiana, la mala es la musulmana. Y de un plumazo cuestiona la libertad de credo y la bondad de toda una comunidad. Esa demanda es un hierro ardiente y la cancillera alemana lo sabe. Igual que cuandoSarkozyjuega con los gitanos rumanos oBerlusconihace chistes sobre judíos. La epidermis de Europa está sensible. Los culpables de la crisis siguen impunes, los políticos tratan de mantener sus cuotas de poder y los más débiles se perfilan como chivo expiatorio. ¿Cuánta presión será capaz de aguantar la sociedad hasta que el odio estalle?