Trump: una turbulencia global

PERE VILANOVA

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Más allá del espectáculo que el Sr. Trump está ofreciendo al mundo, es conveniente intentar entender la magnitud del problema, y por qué no decirlo, de la amenaza global que representa. Pero empecemos por lo básico. Los estados gestionan -como pueden- su posición en el mundo y su relación con los demás actores globales (estados, organizaciones internacionales, etc) a través de su política exterior, que es una política pública muy compleja. Los estados, todos, perciben el entorno  internacional como algo incierto, potencialmente amenazador, lleno de riesgos, y a tal efecto, como dijo el presidente Truman en 1947, lo que está en juego es el llamado Interés Nacional.

Segunda premisa: los estados no tienen amigos (aunque suelen tener competidores, adversarios y enemigos), tienen intereses, no suelen ser filantrópicos y por esto la diplomacia es un instrumento que tiene sus propias reglas, no sólo para las relaciones entre aliados, sino sobre todo para las relaciones con los enemigos, los adversarios y los países “no sabe/no contesta”. Es decir, la diplomacia  ha demostrado no sólo su utilidad sino su naturaleza de instrumento indispensable a nivel mundial. No se puede entrar en el siglo XXI sin tener muy presentes estas cosas. Y en particular cómo la Guerra Fría afinó este instrumental, precisamente para gestionar una incompatibilidad sistémica tan absoluta como la de la Guerra Fría. Varios analistas analizaron muy bien en su día este avance cualitativo de gestión del riesgo calculado entre enemigos, Estados Unidos y la Unión Soviética elaboraron el manual definitivo del riesgo calculado, la crisis de los misiles de Cuba de 1962 sigue siendo el modelo de referencia.  

HISTERIA CONTUNDENTE

Pero ha llegado Donald Trump y se ha cargado en seis semanas toda esta partitura. Afirma una cosa y su contraria, de modo histéricamente contundente, en menos de dos días de intervalo. Rompe las reglas de las relaciones de la presidencia con la prensa (¡con la CNN en vivo y en directo!), se burla de discapacitados, amenaza a la vez a México, China y lo que haga falta, mientras afirma que Putin es su amigo (sic), y que esto es algo valioso para Estados Unidos. Niega en redondo que los hackers rusos hayan intervenido en la campaña electoral y hace dos días dice que, bueno, quizá sí, pero que fue culpa de los demócratas y que además no tuvo ninguna consecuencia.  

Obama expulsa dos decenas de diplomáticos rusos y Putin, tranquilo, desdeña replicar con la misma medida. ¿Por qué? Salen noticias sobre documentos comprometedores en manos de los rusos, y niega todo. Pero lo más preocupante, con diferencia, es la guerra que ha declarado y que reitera día sí día también a la totalidad de la comunidad de inteligencia de su país (CIA,FBI,NSA y otras). A pocos días de su toma de posesión, a la vista de su primera rueda de prensa, cabe decir aquello de “abróchense los cinturones de seguridad, que vienen turbulencias”.