Análisis

Trump y los nuevos olvidados

El acceso del magnate a la Casa Blanca se comprende mejor desde el juego entre razas y sentimientos mayoritarios y minoritarios en EEUU

Trump, en una reunión sobre ciberseguridad en la Casa Blanca, el 31 de enero.

Trump, en una reunión sobre ciberseguridad en la Casa Blanca, el 31 de enero. / periodico

JAVIER CIGÜELA

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Cuando Tocqueville visitó Norteamérica en 1831 para contarnos a los europeos el sistema político que allí se estaba fraguando, enseguida se percató de que el carácter interracial del país iba a marcar su futuro. Escribió premonitoriamente lo siguiente: "Los indios morirán en el aislamiento, como han vivido; pero el destino de los negros está en cierto modo enlazado con el de los europeos. Las dos razas están ligadas una a la otra. Les es tan difícil separarse completamente como unirse". Ya se sabe qué pasó con los indios. A los negros les esperaba un tortuoso camino hasta la libertad, que para muchos iba a acabar en la cárcel: en un país con niveles astronómicos de encarcelamiento, los negros habitan hoy las cárceles, en proporción, casi siete veces más que los blancos. A ellos se añaden ahora los hispanos.

LOS BLANCOS SE CONSIDERAN AMENAZADOS

La otra cosa que inquietó a Tocqueville fue el peligro de que la mayoría fuera despótica con las minorías, que impusiese su fuerza electoral para someterlas bajo el amparo de la propia democracia. Pues bien, si muchas de las cosas que han pasado en la historia estadounidense se explican por ese peligro, resulta que también la elección de Trump se comprende mejor desde ese juego entre razas y sentimientos mayoritarios y minoritarios. Lo sorprendente es que por primera vez se ha invertido el patrón: los blancos de ciudades pequeñas y de zonas rurales que han votado en masa a Trump no se ven a sí mismos como la mayoría poderosa sino como la minoría amenazada, contra la que conspiran las élites de Wall Street, las multinacionales, las otras razas y por supuesto los medios progresistas. Por eso Trump se dirige a ellos como los "olvidados", y ellos asienten.

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Ese giro se explica por una proyección y por un hecho. La proyección es demográfica: según datos oficiales, los blancos no hispanos, que hoy son el 62% de la población, en el 2060 serán solo el 43%. Es decir, habrán dejado de ser mayoría electoral (50% más 1) y deberán competir con el resto de minorías en igualdad, a lo que no están acostumbrados. El hecho es económico: la revolución tecnológica y financiera está devolviendo la brecha de la desigualdad hasta niveles de 1929, con el 0,1% de la población en posesión de más del 20% de la riqueza. El éxito de Trump se explica, entonces, porque los blancos empobrecidos se han creído ingenuamente la promesa de devolverles su lugar perdido; y porque los negros e hispanos, más empobrecidos aún, se han quedado en casa porque Clinton, capitana del equipo del 0,1%, no tenía nada que ofrecerles.

UN FUTURO SOCIALMENTE PLURAL Y MESTIZO 

Justificar la elección de Trump es tarea difícil; necesario es, para derrotarle, tratar de averiguar los porqués. Respecto de la demografía no hay nada que haya que hacer: EEUU será socialmente plural y mestizo, y si alguien no ve en ello una fuente de riqueza social, entonces el problema lo tiene él, no los otros. Sobre la desigualdad ya se ha dicho todo y no se está haciendo nada: la elección de Clinton como alternativa a Trump indica, en todo caso, que no vamos en esa dirección. Que existe una alternativa por explorar será, acaso, la parte buena del asunto.