Trump, 'el conseguidor'
Joan Cañete Bayle
Subdirector de EL PERIÓDICO.
Periodista y escritor. Transición digital y audiencias. Entre otros trabajos, ha sido corresponsal en Jerusalén y Washington DC. Autor de las novelas 'Expediente Bagdad' (junto a Eugenio García Gascón) y 'Parte de la Felicidad que Traes', y del ensayo sobre el conflicto palestino-israelí 'Muros, bosques, tumbas: Un periodista en Jerusalén'
JOAN CAÑETE
Sin más elementos racionales (?) a los que agarrarse que su propia palabra (??), Donald Trump esparce en su gira por Oriente Próximo la buena nueva de que nos encontramos ante una gran oportunidad para la paz entre palestinos e israelís. Dice el magnate que él, con la ayuda inestimable de su talentoso yerno, Jared Kushner logrará salir victorioso donde tantos otros han fracasado.
Por no remontarse mucho, desde Bill Clinton en Camp David hasta Barack Obama, pasando por George W. Bush en los procesos de Aqaba y Annápolis. Defina paz, habría que preguntarle de entrada a Trump 'El Conseguidor'.
Si paz es ausencia de violencia, la etapa abierta desde la última ofensiva en Gaza (verano del 2014) no es de las más violentas que la zona ha visto. El muro y, sobre todo, la tarea de policía de la ocupación de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) han reducido mucho la violencia palestina desde Cisjordania contra los ciudadanos israelís, no son estos los tiempos de los terribles atentados suicidas de la segunda intifada entre otros motivos porque la sociedad palestina salió quebrada política y emocionalmente de aquellos duros años de sangre y fuego. La violencia contra Israel desde Gaza también ha vivido tiempos muchísimo peores. Del otro lado, las operaciones militares en Cisjordania y Gaza también han bajado de intensidad. Lo que no ha cambiado, sino que ha empeorado, es la red de las otras violencias que sufren los palestinos: restricción de movilidad, usurpación de tierras, arrestos, desposesión, boicot, etcétera.
Si paz es un acuerdo diplomático, cabe preguntarse cuál. La ocupación israelí mató la solución de los dos Estados, de la mano, entre otros factores, de la colonización. La alternativa de un único Estado, como advirtió John Kerry, conlleva, usando sus palabras, «el riesgo» de que Israel se convierta en un Estado de apartheid. Pero es que ni social ni políticamente Israel regresará a los dos Estados; desde el punto de vista de la derecha israelí, se trata de gestionar la victoria militar de la segunda Intifada. Incluso en el caso inimaginable de que el genio combinado de Trump y Kushner diera con una solución de dos Estados aceptable para Israel, cabe preguntarse qué interlocutor palestino firmaría un acuerdo con el visto bueno de los extremistas que gobiernan el país. E incluso si alguien lo firmara, que este fuera después aceptable para la población palestina.
Si paz es abrir un proceso basado «en construir la confianza mutua», convocar cumbres, poner deberes a ambas partes, tender puentes, marcarse etapas con metas objetivas y factibles para ir avanzando camino de las negociaciones para el status final, eso ya lo han intentado antes que Trump y Kushner estadistas mejor dotados. O simplemente estadistas, desde Hillary Clinton a Condoleezza Rice o Colin Powell. Gastar saliva mientras avanza sin freno la ocupación israelí gracias a la impunidad de Washington no es nada nuevo.
Y si al decir paz hablamos de justicia, ni está ni se la espera.
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