ANÁLISIS

Triunfa lo pasivo

Muchos habrán votado a Rajoy más por miedo a lo que puedan decir las urnas prometidas por Podemos en Catalunya que por su acción de gobierno

NAJAT EL HACHMI

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La política siempre me ha interesado, pero durante años me tuve que conformar con ser una simple espectadora de los procesos electorales por aquello de que los papeles no me permitían votar. Quizá por eso conservo una cierta emoción cada vez que tengo que ir a depositar mi papeleta y no entiendo la deserción voluntaria de quienes eligen la abstención. Habiéndose convocado estas elecciones en un fin de semana de puente en Catalunya y Galicia para desincentivar la participación, una de las grandes incógnitas de la jornada era precisamente esa.

La repetición de elecciones cansa, han dicho algunos, como si el hecho de ir a poner un par de sobres en una urna fuera un esfuerzo titánico. Esta claudicación de un derecho tan fundamental no tiene cabida en mi imaginario, no lo sé entender y por eso el sábado por la noche, oyendo en el metro cómo un chico joven hacía planes para después de pasar por el colegio electoral correspondiente la mañana del domingo, me entró un cierto optimismo. Me imaginaba a todos los que han sufrido en carne propia la penosa gestión del Gobierno de los últimos cinco años, los indignados, los impotentes ante la corrupción, esperando rabiosamente la cita electoral con el voto entre los dientes, la única arma válida en democracia. Pero no se ha materializado mi fantasía y a las seis de la tarde de ayer se confirmaba que la participación había bajado bastante.

A las ocho de la tarde las encuestas pronosticaban el sorpasso y un ligero descenso del PP, pero a medida que los resultados reales se iban plasmando en las pantallas el panorama que íbamos viendo era muy diferente. No solo no se ha producido un avance por la izquierda de Unidos Podemos al PSOE, sino que el PP ha subido considerablemente. Algo inexplicable, un giro argumental inverosímil si se tratase de una obra de ficción. Ni el inmovilismo de los últimos meses, con aquella agenda tan libre, ni los cuatro años previos de Gobierno de recortes, ni una corrupción sistémica, ni las alcantarillas destapadas a finales de la semana pasada han tenido incidencia alguna en el voto del PP. Ni siquiera la promesa hecha por carta a Europa diciendo que, si acaso, después de la campaña ya seguiría Rajoy con los ajustes. Me imagino que los analistas y los encuestadores deben compartir la misma extrañeza, pero cualquiera diría que la pasividad, la política de estarse quieto sin hacer nada a esperar que todo pase, ha dado buenos resultados. O eso, o el brexit ha tenido más incidencia de la que pensábamos. La frase de la campaña, de hecho, la dijo el propio presidente del Gobierno tras conocerse los resultados de la consulta en el Reino Unido. «Referéndums, los justos», dijo Rajoy, y aunque hablaba del británico era evidente que se refería a los catalanes. Muchos lo habrán votado, así, más por miedo a lo que puedan decir las urnas prometidas por Podemos en Catalunya que por su acción de gobierno.