Veraneo y soberanismo

La tregua del chiringuito

Es un no vivir contemplar cómo las gaviotas sobrevuelan las olas sin saber, al mismo tiempo, dónde se guardan las urnas, quién las paga, qué ley hay que infringir esta semana o cuál será la próxima arremetida del TC

Chiringuitos

Chiringuitos / periodico

ALBERT GARRIDO

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Estás, o sea, sentado bajo el toldo de un chiringuito, alguien pone la radio y una voz hiriente estropea la caña y el 'pescaíto' frito con alguna impertinencia o desafuero, o declaración solemne de tres al cuarto, o acalorado ultimátum, o exordio infumable, o todo al mismo tiempo dedicado al 'procés', y desaparece aquella somnolencia agosteña tan reconfortante, la cerveza parece no estar fresca y el 'pescaíto' sabe a fritanga recalentada.

Agarras el periódico y alguien más o menos relevante, más o menos graciosillo, más o menos ocurrente, más o menos sectario, compara la situación de los gais en Marruecos con la de los catalanes en España. Abres como quien dice las ediciones 'on line', los digitales más asentados, y se te quitan las ganas de comer, de nadar, de tomar el sol, de jugar a las palas o de seguir leyendo a causa de la desaforada historia de una partida anticapitalista que asalta un autobús turístico y tiene luego el cuajo de justificar su fechoría con la defensa de la ciudad ocupada o copada, o encarecida, o explotada por los guiris, tan esperados por lo demás para que no se pare la máquina –la economía, quiere decirse– con 'procés' o sin él.

Los dioses y el Olimpo

Hubo en tiempos la tregua olímpica, tan útil, durante la cual dejaban de matarse los litigantes en guerras en las que intervenían los dioses del Olimpo, guerreros con casco, filósofos envueltos en una sábana que calzaban sandalias y sabios que bebían de la copa de cicuta sin mayor preocupación que saldar sus deudas antes de expirar (Josep Maria Pou, asimismo Sócrates, el último de ellos). La tregua olímpica no acababa con las degollinas, pero las espaciaban. Los combatientes se daban un respiro, siquiera fuese para reconsiderar futuras estrategias a aplicar en el campo de batalla y hacerlas más efectivas, más eficaces, con más muertos, heridos y mutilados, con más cadáveres heroicos a los que idolatrar.

Ahora debiera aplicarse y fundamentar la tregua del chiringuito, aquella sin mayor pretensión que garantizar un agosto con siestas apacibles. Porque, claro, chapotear en la orilla a sabiendas de que alguien, en algún lugar, anda dándole vueltas al lío 'processal' es casi un imposible metafísico. Es un no vivir contemplar cómo las gaviotas sobrevuelan las olas sin saber, al mismo tiempo, dónde se guardan las urnas, quién las paga, qué ley hay que infringir esta semana o cuál será la próxima arremetida del Tribunal Constitucional. Al lado de tales incógnitas, las preguntas ignacianas, tan discutidas, no son más que un divertimento.

'Horror vacui'

Este es un verano atípico a causa del cambio climático, se dice, y de este rumbo a lo desconocido fijado por algunos de nuestros próceres con desmedida pasión. El 2-O provoca un 'horror vacui' que ríete tú del que causaba en los decoradores victorianos cualquier espacio vacío. Si el día anterior al gran día es 'terra ignota', ¿qué decir del día siguiente al día D, 1-O para más señas?

Así no hay forma de cruzar este agosto de vísperas con el sentimiento de moderada despreocupación que corresponde a la tradición y a las buenas costumbres; es inimaginable en este universo de incertidumbres que algún artista de hoy pueda pintar un cuadro parecido a aquellas siestas gloriosas que retrataron Joaquín Sorolla y Ramon Casas. Ahora hay que estar a la que salta, sin pegar ojo, atento a la sorpresa de última hora, la que sea, más sorprendente, eso seguro, que las sorpresas –¿extravagancias?– tan numerosas que llevamos vistas y oídas, porque toda situación es susceptible de empeorar.

Si en Estados Unidos cuesta muy poco creer que el desbarajuste de Donald Trump irá a más, si en Venezuela no se esfuerzan mucho para vaticinar que Nicolás Maduro es muy capaz de superarse a sí mismo, si el 'brexit' es cada día más indescifrable, ¿por qué han de  ser diferentes las cosas entre nosotros? No hay razón ni causa que lo justifique, ni siquiera el cansancio infinito que produce oír todos los días los mismos argumentos retorcidos, las mismas falsedades o medias verdades –una forma de falsedad–, como si con ellas pudiera eludirse la realidad.

Una forma cargante de fundamentalismo acompaña a los que se sienten predestinados a cumplir una presunta misión histórica, quizá alguna forma de redención. Así está la cosa: la independencia pasa por ser el bálsamo de Fierabrás que curará todos los males; toda alternativa lleva prendida en la solapa el lema a la entrada del infierno de Dante: "Perded cualquier esperanza". "¡Que alguien la baje!", gritaba Alfredo Di Stefano, un pragmático, cuando el balón andaba demasiado tiempo por las nubes.