Al contrataque

Transparente

ÁNGELES GONZÁLEZ-SINDE

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Es menuda. Va arreglada. La melena larga recogida sobre su espalda. Lleva falda corta y leotardos tupidos, porque hoy hace mucho frío. Con su chaqueta de cuero va discreta y graciosa. Se adivina que es coqueta. Sube al vagón conmigo, pero no toma asiento. Se queda en mitad de la plataforma y en cuanto el tren reanuda la marcha, toma la palabra. Hay quien se remueve en el asiento, molesto o herido por escuchar una vez más esa cantinela: «Señoras y señores, perdonen...». Pero ella no es un mendigo al uso. Se presenta. Nombre completo, número de DNI, con dignidad, sin desesperación, pero sin ocultar su necesidad. Se llama María Jesúsmaestra interina de educación infantil, en situación de desempleo. Tiene dos hijos. Consumido el paro, ha perdido su vivienda. Ha llamado a muchas puertas y no sabe a dónde más recurrir, así que ha decidido pedir dinero a los transeúntes, a sus conciudadanos, que, es consciente, tienen sus propias dificultades económicas. No obstante ella confía, dice que la ayuda emana de la gente, de los de abajo, dice. Un viajero a mi lado refunfuña. Saca su libro y lo abre. Estoy segura de que no puede concentrarse en la lectura, pero entiendo su incomodidad. Es el enfado de la impotencia: ¿por qué me tengo que hacer yo cargo? ¿por qué ocurre constantemente esto?

Entregarle unas monedas es una ayuda ridícula. ¿Cuánto tiempo podrá mantener esta mujer su actitud y su método? Vivir en la calle deteriora demasiado rápido. ¿Dónde guardará su cuidada indumentaria? El paso a la marginalidad está demasido cerca, un traspié hoy puede significar no levantarte nunca. Pero en el modo de exponer su situación queda claro que ella conoce los riesgos y ni se resigna ni quiere hacer demagogia. Es transparente. Educada y serena, quiere ajustarse a las normas democráticas que nos hemos dado, quizá las que ella enseñaba a los niños en la escuela: honradez y transparencia.

La invisibilidad

Menos mal que a esta hora no hay críos en el cercanías, pienso. ¿Qué diría un niño si viese a su maestra pidiendo? ¿Qué pensaría de nosotros, los adultos que no la estamos protegiendo? Llegamos a la estación y se baja del tren. Los euros que recoja hoy resolverán poco, pero espero que al menos palíen su sensación de soledad y de que, a fuerza de querer ser transparente, se ha vuelto invisible. No te hundas, María Jesús, confía, reclama, persevera. Si la erosión de la educación pública ha llegado a tal punto que los maestros piden por la calle, es que las cosas están mucho peor de lo que nos cuentan.

Mientras tanto, en la radio, en la tele hablan de otra clase de transparencia. El Gobierno se ufana de publicar en internet unos datos que ya eran públicos, que ya constan en el BOE desde hace años, solo había que buscarlos.