Transformarse o morir

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ALBERT SÁEZ

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El Mobile World Congress (MWC) ya es mucho más que un congreso sobre telefonía móvil. Es uno de los nodos globales del mundo digital porque los dispositivos móviles son el epicentro de una nueva mentalidad. Por todo ello, el MWC ya no es tampoco un congreso sobre el futuro sino un escaparate del presente. De la misma manera que en breve el mundo digital será simplemente el mundo y el adjetivo quedará reservado para lo analógico. No es fácil entender este nuevo mundo. Uno de los errores más frecuentes es pensar que es un fenómeno tecnológico. Es mucho más, es un cambio de mentalidad que obliga a las personas, a las empresas y a las instituciones a transformarse. El tema no va de cambiar el sistema informático ni de fichar unos cuantos 'millenials' para gestionar las empresas. La digitalización va de desnudarse ante el espejo de las nuevas reglas del juego y reinventarse, redefinirse, reposicionarse. De manera que la galería de 'gadgets' que veremos estos días en el MWC no son nada más que una inspiración para cuestionarnos lo esencial de nuestros valores, de nuestros criterios y de nuestros objetivos, personales e institucionales.

Como en tantos otros asuntos, la transformación digital no puede orientarse ni desde el inmovilismo ni desde el adanismo. Nada puede quedar como estaba pero nada empieza desde cero. Hay que saber definir el legado que cada persona y cada institución traspasa del viejo al nuevo mundo. No es esa una tarea fácil. Se equivocan igual los que entienden lo digital como una moda qué pasará como los que lo interpretan como una simple palanca para reducir costes. Cambian las reglas del juego y, por tanto, las relaciones entre los jugadores: más poder para los consumidores y usuarios, más poder para los empleados, más transparencia para los dirigentes, menos regulación y más responsabilidad. Así es el mundo digital más allá de las gafas de la realidad virtual o los coches sin conductor. Quienes no sean capaces de transformarse a sus exigencias, simplemente quedarán fuera del mundo, al menos por una larga temporada.