Todo un verano mareando la perdiz

La nefasta gestión en los fichajes del Barça implica que alguien asuma responsabilidades y dimita, aunque la crisis institucional es ya inevitable

Robert Fernández y Dembélé, en la presentación del joven francés en el Camp Nou.

Robert Fernández y Dembélé, en la presentación del joven francés en el Camp Nou. / periodico

Jordi Puntí

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Semedo, Deulofeu, Paulinho, Dembélé. Suena bien, ¿no? Los cuatro jugadores que han llegado al Barça este verano ofrecen, de entrada, buenas perspectivas. A los dos primeros ya les hemos visto jugar y apuntan maneras, y la juventud de Dembélé es ilusionante. Y sin embargo llegamos al final del periodo de fichajes con una sensación de derrota y de haber hecho el ridículo. Nadie sustituirá a Neymar, eso ya lo sabemos, pero los intentos por ampliar una plantilla que dé más garantías solo se han realizado a medias, o menos que eso. Todo el verano mareando la perdiz para conseguir muy poco. La frustración generada por el intento de fichar a Coutinho hasta última hora tuvo aires de coitus interruptus e invita a la afición al desánimo.

El presidente Josep Maria Bartomeu, la directiva y, en especial, Robert Fernández y Pep Segura, son responsables de una gestión nefasta y una plantilla justita para las expectativas de todo un Barça. Alguien debería asumir responsabilidades y dimitir, pero es que además la crisis institucional ya es inevitable.

Capital deportivo derrochado

Qué poco les ha bastado para derrochar un capital deportivo inigualable, conseguido en tan solo una década. En días turbios uno llega a la conclusión de que Messi e Iniesta solo firmarán la renovación de facto con otro presidente. 

A pesar de todo este embrollo, me parece muy bien que al final no se hayan pagado 160 millones por Coutinho, y tampoco esa locura de desembolsar 80 kilos por Di María. Además de la inevitable sensación de timo, habría sido hacer el juego a una forma de derrochar el dinero que el Barça no se puede permitir, ni por tradición ni por economía.

Cambio de paradigma

En realidad, este verano hemos asistido a un cambio de paradigma en el fútbol europeo. Hace ya unos años que la llegada de los nuevos ricos está distorsionando el fútbol tal como lo entendíamos, pero por primera vez el PSG ha escenificado el poder del dinero por encima del prestigio. Yo lo veo así: las cláusulas de rescisión multimillonarias existían para no ser utilizadas, solo como medida preventiva y amenazadora –igual que muchos países tienen la bomba atómica, digamos–, pero el PSG ha pulsado el botón rojo con el fichaje de Neymar.

No hay que descartar que todo sea una represalia por la derrota de la temporada pasada en la Champions –el 6-1 del Camp Nou que dirigió Neymar–, con lo cual se acentuaría lo del capricho de nuevo rico. Al final el Barça ha conseguido disminuir de puertas afuera la onda expansiva del fichaje del brasileño –sin despilfarrar del todo esos 222 millones–, pero ahora le queda la parte más difícil tras el cierre del mercado.

Recuperar jugadores dados por perdidos

Si Valverde quiere afrontar la temporada con garantías, deberá recuperar el compromiso de jugadores que han sido puestos en duda: Arda Turan, André Gomes, Rafinha... Deberá darles minutos, incorporarlos a sus planes con más protagonismo.

Su misión ahora es convertir una gestión grotesca en un reto de superación. Como mínimo hasta diciembre, cuando se abra el mercado y quizá, con suerte, la distancia entre el precio y el valor de algunos jugadores no sea tan abismal.