ANÁLISIS

Todas las mujeres mienten

¿De qué forma podemos hacer compatible el feminismo con el islam, una religión que pide sumisión a los hombres?

ilustracion  de leonard  beard

ilustracion de leonard beard / periodico

NAJAT EL HACHMI

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Si a usted entran a robarle a su casa y lo cuenta públicamente, nadie dudará de su palabra, ni le preguntarán si está usted seguro de que le han robado, si no es que lo ha entendido mal. Nadie llenará páginas y páginas de periódicos pidiéndole que demuestre lo que dice, que lo que prevalece es la presunción de inocencia, que al fin y al cabo es su palabra contra la del ladrón. Toda esta humillación no la vivirá usted a menos que lo que denuncie sea una violación. En este caso todos los mecanismos de prevención se ponen en marcha y el foco se sitúa en la denunciante, que, de repente, se ve obligada a demostrar que ha sido agredida. Lo ha dicho la gran eminencia del feminismo que es Javier Marías: "Las mujeres también mienten". Faltaría más, que encima de ser discriminadas por sistema, no tuviéramos el derecho a ser mentirosas, perversas, malas de cuento. El problema no es que haya mujeres que mientan, el problema es que en caso de violación todas las mujeres mienten hasta que se demuestre lo contrario.

Cuando todo esto ocurre con una figura pública, venerada por sus seguidores, alguien respetado como pensador, las posibilidades de que la víctima denuncie son remotas. Si encima esta persona es una voz representativa de una minoría religiosa, todo serán precauciones, no sea que se nos acuse de racistas o islamófobos. Son sorprendentes las reacciones ante la detención de Tariq Ramadan, acusado de varias violaciones en FranciaTariq Ramadan. El pensador, nieto del fundador de los Hermanos Musulmanes, un movimiento fundamentalista, es un referente para muchos musulmanes europeos y para una cierta izquierda que tiende a confundir la lucha contra la discriminación con una posición acrítica ante una religión que, como todas las monoteístas, es en ella misma un sistema patriarcal claro. Tariq Ramadan ha aconsejado siempre a las mujeres que vistan de forma “discreta”. Es decir, que no provoquen, que ya se sabe que el ser sexual por definición es el hombre y no se puede controlar.

Teorías conspiratorias

Se ha puesto de moda, en nombre del respeto a la diversidad, volver a caer en el relativismo cultural asumiendo la discriminación inherente del islam como una particularidad secundaria, enterrando así el sufrimiento de tantas mujeres que hemos pagado un precio altísimo por defender nuestros derechos y libertades. No nos han aclarado nunca, los ideólogos como Tariq Ramadan, de qué forma podemos hacer compatible el feminismo con una religión que nos pide obediencia y sumisión a los hombres.

Lo más grave del afer Ramadan es que con solo ponerse las denuncias contra él, surgieron teorías conspiradoras que dicen que en realidad se trata de un ataque orquestado contra el pensador musulmán y se pidió a las presuntas víctimas que demostraran sus acusaciones. Así es como las mujeres de ciertas procedencias nos encontramos con un cúmulo de actitudes de dominación: las del machismo de la sociedad “occidental”, las de nuestro origen y encima las de una mal entendida corrección política.