DOS MIRADAS

Tiniebla y luz

Mientras escribo, la tarde del Domingo de Ramos, una tarde gris y triste, mi país está zozobrando

Cabecera de la manifestación de la ANC y Òmnium contra la detención en Alemania de Puigdemont, el pasado 25 de marzo.

Cabecera de la manifestación de la ANC y Òmnium contra la detención en Alemania de Puigdemont, el pasado 25 de marzo. / periodico

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Hace unos días, Quim Monzó dijo que en los días que rodearon al 1 de octubre "costaba mucho levantar una columna". Dejaremos para otro día la alegoría literaria sobre la pieza de opinión regular entendida como un pilar, que tiene base, fuste y capitel y que, ciertamente, cuesta mucho de levantar cada día.

Costaba, para Quim, y para muchos de nosotros, por dos razones: porque la velocidad con que ocurrían los hechos y su trascendencia te hacían estar más pendiente del leer (del escuchar, del ver, del vivir) que no del escribir. Y porque, en mayor o menor medida, una persona que escribe, que levanta una columna, tiene una determinada responsabilidad social que debe ir más allá del despropósito, de la ocurrencia en las redes o del estallido más desnudo los sentimientos. 

Avalancha de injusticias

Ahora vuelve a costar. Mientras escribo, la tarde del Domingo de Ramos, una tarde gris y triste, mi país está zozobrando. Así de claro. Y cuesta levantar una columna. Y cuesta escribir nada sensato ante la avalancha de injusticias, de tergiversaciones, de maniobras que atentan contra la democracia.

Si el juez Llarena, que conoce las "esferas psicológicas internas" de la gente, pudiera entrar en la mía, tal vez sabría las cosas que me pasan por la cabeza y que ahora no escribiré. En el recibidor de casa, tengo un ramo de laurel, bendecido esta mañana. Me refugio en la Biblia: "Él -(no Llarena, sino Dios)- conoce lo que hay en la tiniebla, la luz convive con él".