IDEAS

El tiempo detenido

Patio de butacas del Gran Teatre del Liceu.

Patio de butacas del Gran Teatre del Liceu. / periodico

Josep Maria Pou

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El éxito enorme de las series de televisión ha cambiado los hábitos de consumo. Cada vez son más los que, incapaces de la cita semana a semana, esperan al final de la temporada para disfrutar de todos los episodios seguidos en una o dos sesiones maratonianas. Para muchos, todo un descubrimiento. Pero esta práctica no es algo que nos pille por sorpresa a los aficionados al teatro, acostumbrados como estamos a detener el tiempo en espectáculos en vivo de muchas horas y dilatada intensidad. El teatro viene ofreciendo esta experiencia de la 'inmersión prolongada' desde sus  orígenes.

Yo mismo guardo nítido el recuerdo de una representación del 'Mahabharata' de Peter Brook, en 1985, en un plató de los estudios Bronston de Madrid. Diez horas de duración (12, con intermedios incluidos). Todo ese tiempo tocando el cielo. Como para olvidarlo, por años que pasen. Cinco años antes había visto en Londres una adaptación de 'Nicholas Nickleby' de Dickens, de diez horas también, que disfruté, minuto a minuto, en una sola jornada, en la sede de la Royal Shakespeare Company. Y en octubre del 2002, dediqué un sábado entero, de las diez de la mañana a las ocho de la tarde, a la trilogía de Tom Stoppard 'The coast of Utopía' en el National Theatre.

Como un suspiro

Desde hace dos años se puede disfrutar en Londres –y desde esta misma semana en Nueva York– de una versión teatral de 'Harry Potter' de cinco horas y media de duración. Y la reciente reposición triunfal de 'Ángels in America' en Londres –desde hace una semana también en Broadway– con motivo del 25º aniversario de su estreno se puede disfrutar en una sola sesión de ocho horas y media que pasan como un suspiro.

Todo ello, eso sí, sin poder detener y reanudar la acción a capricho para recolocar la manta del sofá, ir al baño o acercarse a la cocina a saquear el frigorífico, pero con el privilegio impagable del hecho en vivo, de la emoción en directo, de la respiración compartida, del latido al unísono –público y actores- que son la base misma del teatro.

Quien lo probó, lo sabe.

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