Tener la razón y saberla defender

Puigdemont y Rajoy, en la entrevista que mantuvieron en la Moncloa en abril del 2016.

Puigdemont y Rajoy, en la entrevista que mantuvieron en la Moncloa en abril del 2016. / periodico

ALBERT SÁEZ

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'Nulla aesthetica sine ethica. Ergo, apaga y vámonos'. El gran maestro José María Valverde dejó escrita esta frase en la pizarra cuando abandonó en pleno franquismo su cátedra de Estética en Barcelona en solidaridad con la expulsión de su homólogo de Ética en Madrid, José Luis L. Aranguren. En los tiempos digitales deberíamos revertir la frase: no hay ética sin estética. O dicho de otra manera, las formas también pueden pervertir el fondo. Este es uno de los síntomas de la madurez, entender que no basta con tener la razón para que te la den. Hay que elegir el momento, el argumento y el tono para exponer la más meridiana de las verdades. La prisa, como en tantas otras cosas, suele ser una mala consejera. Porque, finalmente, la verdad no es lo que aceptamos como tal, sino aquello que permanece, lo que no sucumbe al paso del tiempo. Lo más peligroso de caer en la mentira es que la verdad acabará sabiéndose, antes o después, pero normalmente más pronto que tarde. Es desde esta pespectiva que resulta incomprensible que los dirigentes de la Generalitat tardaran una semana en reconocer una alerta de la inteligencia norteamericana sobre La Rambla que antes habían explicado en privado y que finalmente contaron como debían: una de tantas que los cuerpos policiales coincidieron en desestimar. 

Cuanto más dicotómico es un debate, más importantes son las formas para defender los propios argumentos. La defensa democrática de la unidad de España merecería algo más un recitado de leyes, delitos, faltas y reglamentos. De igual manera que la defensa democrática de la independencia de Catalunya merecería algo más que la capacidad de poner leyes a votación con la mayoría de escaños del Parlament. El reto para unos y para otros es buscar la manera de defender las propias razones ante quienes votan a los que defienden las contrarias. La democracia consiste en convencer a quienes piensan diferente, no solo en jalear a los que defienden la misma ideología. Las razones se defienden,solo se pueden imponer a través de la violencia y esta sociedad es ya demasiado madura para desandar ese camino.