El calentamiento del planeta

El tándem Beijing-Bruselas

Los países firmantes del Acuerdo de París deben ser capaces de concretar y formalizar en el 2018 sus compromisos en la lucha global contra el cambio climático

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MARIANO MARZO

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En el 2017, pese a la consternación generada por las decisiones de la administración Trump, el mundo continuó avanzando en la implementación del Acuerdo de París sobre cambio climático y, con toda probabilidad, seguirá haciéndolo en el 2018, aunque ello demandará un arduo esfuerzo a nivel internacional y de cada país para consolidar el impulso alcanzado hasta la fecha.

En el ámbito internacional, el Acuerdo de París encara en el 2018 su primer gran hito, en la medida que la Convención sobre Cambio Climático de Naciones Unidas debe poner en marcha un "diálogo facilitador" para evaluar los avances logrados en la consecución del gran objetivo del pacto: emisiones netas cero para la segunda mitad de este siglo. Asimismo, a finales del 2018, los países firmantes del acuerdo deben ser capaces de concretar y formalizar sus compromisos en la lucha global contra el cambio climático.

La meta final es crear antes del 2020 un reglamento lo más completo y exhaustivo posible (Reglamento de París) que regule cómo los países deben monitorizar y verificar sus avances, contabilizar los flujos financieros y explicar cualquier desviación de estos. La idea es que cuando el Acuerdo de París entre en vigor en el 2020 los países firmantes estén totalmente preparados para cumplir sus compromisos.

En lo que respecta a las políticas internas de los dos principales emisores de CO2, China y EEUU -recuerden que en el 2015 ambos países contabilizaron respectivamente el 29,5% y el 14,3%, de las emisiones globales, aunque las emisiones per cápita de EEUU, cercanas a las 16,1 toneladas por persona, doblaron a las de China, situadas en torno a las 7,7 toneladas- el panorama para el 2018 dibuja tendencias muy diferentes.

Relajar restricciones al carbón

Sin duda, el 2017 no fue un buen año para EEUU en lo concerniente a la lucha contra el cambio climático, debido a la supresión del tema de la agendas de los organismos federales por parte de la administración Trump. El presidente ordenó la derogación del Plan de Energía Limpia de su predecesor, al mismo tiempo que encomendaba a la Agencia de Protección del Medioambiente la tarea de buscar cómo relajar las restricciones impuestas al uso del carbón. Y, de momento, la nueva administración todavía no ha dado a conocer una política alternativa en materia de cambio climático.

En cualquier caso, a pesar de lo expuesto, todavía existen motivos que justifican un cierto optimismo ya que durante el 2018, frente al bloqueo del Casa Blanca, probablemente asistiremos a un incremento significativo de las iniciativas tomadas a nivel local y en diversos estados de la Unión.

Comercio de emisiones

Así, por ejemplo, Virginia, New Jersey, Washington y Oregón están ultimando planes sobre el comercio de emisiones con el propósito de unirse a otros mercados regionales ya en funcionamiento, y otros estados podrían moverse en la misma dirección. Al mismo tiempo, las realidades económicas se acabarán imponiendo. El gas natural es ya más barato que el carbón y los costes de generación de electricidad a partir de renovables continúan cayendo, lo que llevará a cerrar más y más plantas de carbón, de forma que durante el año en curso el número de cierres podría alcanzar cifras récord.

Por su parte, tras convertirse hace diez años en el primer emisor mundial de gases contaminantes, China ha prohibido la construcción de nuevas plantas de generación de electricidad alimentadas por carbón en varias regiones del país, al mismo tiempo que ha puesto bajo estricta vigilancia la producción de este hidrocarburo.

Asimismo, todo apunta a que en el 2018 el país inaugurará un sistema de comercio de emisiones a nivel nacional que convertirá al gigante asiático en el mayor mercado de carbono del mundo. Y por si esto fuera poco, algunos informes señalan que China se ha convertido ya en el mercado más atractivo para las renovables, superando a India y  EEUU. No en vano, el gobierno de Beijing planea invertir más de 170.000 millones de dólares en solar y eólica en los próximos cinco años.

Paralelamente, apenas existen dudas de que la Unión Europea, el tercer gran emisor mundial de CO2 (en el 2015 estas representaron el 9,6% del total global, con unas emisiones per cápita de 6,9 toneladas), continuará en el 2018 trabajando en su ya conocida idea de considerar la lucha contra el cambio climático como un objetivo fundamental de su política energética, sin olvidarse de la competitividad económica y de la seguridad de suministro.

Una situación, en suma, que convertirá al tándem Beijing-Bruselas en el eje central de la lucha contra el calentamiento global.