Al contrataque

Supervivientes

ANA PASTOR

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Aquel dolor se convirtió en algo inabordable. Ella no sabía cómo destejer su sufrimiento y, a su alrededor, la familia y los amigos habían intentado durante mucho tiempo convivir con la rutina de verla mal. No había señales evidentes, pero existían detalles de la vida cotidiana que ahora recuerdan sus supervivientes. Adrià tenía entonces solo 13 años. Era un niño con mil preguntas respondidas a través de mil silencios, «era como un secreto que no te hace falta que sepa nadie». Algunas de las dudas no se han marchado, pero ahora puede intentar despejarlas en voz alta delante de otros.

Adrià ahora tiene 18 años y vive en Eivissa. Dejó la casa familiar en Barcelona, poniendo de por medio kilómetros de tierra y mar que amortiguasen su dolor. Adrià recuerda que, cuando era un niño, su madre llegaba muchos días a casa desde el trabajo y rompía a llorar. Y así pasaban las horas, juntos, llorando... Porque él también lo hacía a su lado. Fue entonces cuando se dio cuenta de que algo grave pasaba. Una mañana volvió del colegio y su padre, al que hacía años que no veía, le esperaba en la entrada. Le anunció que había pasado algo, que su madre había tenido un accidente. Y su vida se partió en dos. «Mi madre lo era todo para mí», cuenta muy despacio, casi reviviendo en sus ojos aquel día y parándose en la palabra clave: madre.

El suicidio sigue siendo un tabú en España. Eso a pesar de que, según el Instituto Nacional de Estadística, cada día -repito, cada día- nueve personas se suicidan en nuestro país. Un terrible dato que puede quedarse corto, porque muchas veces las causas de la muerte no pueden certificarse con exactitud. Algunas familias ocultan los detalles de lo ocurrido hasta en el certificado de defunción por un lógico miedo a la reacción de otros.

Verbalizar los miedos

Por eso me parece de una valentía descomunal que alguien como Adrià se ponga delante de una cámara para contar sin dramas y sin morbo que el sufrimiento no desaparece pero se diluye a ratos por contarlo. Que verbalizar los miedos y compartirlos con su hermana mayor, Clara, le ha ayudado a aceptar y a vivir. Que él ha vencido, de momento, la batalla al monstruo que devora familias completas. La historia de Adrià aparece, entre otras, en un documental titulado Supervivientes, una increíble apuesta por la esperanza a pesar de los golpes que te da la vida. Itziar Bernaola (periodista de El objetivo) y Pablo Ferrán han rodado esta pieza excepcional con una única obsesión: que los medios y los ciudadanos prestemos más atención a la salud mental y a la prevención del suicidio para evitar la doble condena de muchas familias, como la de Adrià y su hermana Clara, que puedan estar leyendo estas líneas. Para que puedan mirar hacia adelante y sigan viendo vida, dura, pero vida.