Un difícil proceso de paz

Superar los odios en Colombia

La guerra sucia y la inseguridad se mantienen como máximas preocupaciones de la sociedad colombiana

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ANTONI TRAVERIA

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En el último año no menos de cien dirigentes sociales, campesinos y defensores de derechos humanos han sido asesinados en Colombia, según datos contrastados por Naciones Unidas. La violencia política sigue condicionando la vida cotidiana de quienes se exponen para alcanzar una paz estable y duradera.  Aunque las cifras de muertes violentas han disminuido de forma notable a partir de la firma de los acuerdos de paz del 24 de noviembre del 2016 y la posterior entrega de las armas por parte de las FARC, las amenazas y ejecuciones de líderes populares, se producen precisamente en las regiones donde la guerrilla ya es historia. La guerra sucia sigue presente en Colombia; cada cuatro días asesinan a un líder social, según la Fundación Paz y Reconciliación.

La inseguridad se mantiene como una de las máximas preocupaciones del conjunto de la sociedad. Los estudios más avanzados insisten en la relación existente entre violencia política, debilidad de las instituciones, impunidad y un cierto derrumbe de la acción de la justicia. Aunque desde el propio gobierno se insista en restar importancia e influencia a las agresiones de los grupos paramilitares -del mismo modo lo expresan también los partidos políticos tradicionales- lo que nadie puede negar es que siguen activos, no desmovilizados e impunes, actuando como ocupantes con la fuerza de sus armas zonas que hasta hace menos de dos años estaban bajo control de la guerrilla de Timochenko. Esa sensación mayoritaria de inseguridad, incluso en regiones con bajos niveles de violencia, genera parálisis, miedo y atenaza o anula de forma intencionada iniciativas de transformación y cambio de las anquilosadas estructuras políticas legislativas y ejecutivas.

Una hija de la diáspora

Permitan que comparta con ustedes vivencias personales que, tal vez, puedan servir como ejemplo, para la reflexión. En el contexto de los años de la diáspora colombiana llegó a Barcelona, como tantos otros miles de compatriotas suyos, una joven cargada de sueños marcada por el asesinato de su padre, la clandestinidad y el anonimato desde niña. Se trataba de la hija del abogado, líder de la guerrilla del M-19, Carlos 'Papito' Pizarro; nieta del almirante Juan Antonio Pizarro, único integrante de la Armada que llegó a ser comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Colombia.

María José Pizarro Rodríguez no tardó en integrarse a su nueva tierra de acogida. Llegamos a conocerla junto a Xavier Vinader, cuando estudiaba el arte del diseño en joyería en la escuela Massana, cuidaba niños, limpiaba casas, repartía propaganda; todo lo que salía para poder educar a su hija Maya, de tan solo 2 años entonces, creo recordar. Su presencia en la Casa Amèrica Catalunya era muy habitual. Aquí nacería precisamente una exposición dedicada a la figura de Carlos Pizarro, al M-19 y a la decisión de entrega de las armas llevada a cabo el 8 de marzo de 1990. Una muestra que visitaría en julio de 2009 en Barcelona el aún actual presidente Juan Manuel Santos; inaugurada poco tiempo después en el Museo Nacional de Colombia, en Bogotá, por la Ministra de Cultura, Mariana Garcés Córdoba.

Recuperar la memoria

María José Pizarro supo definir desde entonces en Barcelona la que ha sido su tarea de compromiso de vida a futuro, de recuperación de la memoria personal, familiar y colectiva hasta llegar a involucrarse en el desafío que supone asumir el liderazgo de una lista electoral transversal con destino a obtener un lugar en la Cámara por Bogotá, bajo el rupturista enunciado de lista de la Decencia, en las elecciones legislativas del próximo 11 de marzo. Y junto a ella, o en otras candidaturas opuestas a la suya, aparecen ahora por fin nombres que forman parte de una nueva generación de colombianas y colombianos dispuestos a contribuir definitivamente al final cierto de la violencia política, a erradicar el rencor o la intransigencia como una lógica de resignación. Superar los odios, la indiferencia y la muerte, como expone la hija de quien fue asesinado por buscar la paz.  

"Tímidas voces, algunas voces valerosas se escuchan y hemos escuchado. Pero no son suficientes. Colombia necesita con urgencia un absoluto deslinde sin acomodamientos tácticos ni temores electorales, ni electoreros, entre la política buena y sana y la corrompida y la corruptora", escribió en 1983 Guillermo Cano, maestro de periodistas, exdirector del diario 'El Espectador' asesinado el 17 de diciembre de 1986 a la salida del diario. Se trata de "dejar de esterilizar el porvenir", como añadía Cano.