En sede vacante

Stendhal y los pedazos de espejo

Josep Maria Fonalleras

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Alo largo de esta semana habrá una notable controversia sobre los límites y el alcance simbólicos de la manifestación del sábado. Fue convocada en un momento de excitación patriótica y ahora hay quien la percibe como un peligro de desviación política. Es el caso deDuran Lleida, por ejemplo, que ya ha expresado el miedo a vivir un «aquelarre independentista». Esta inquietud puede tener a ver con las elecciones, por descontado, pero también habla de la incomodidad de según qué líderes con según qué expresiones radicales. A estas alturas, resulta difícil imaginar una reacción consensuada y unánime tras unasenyeraque lo dice todo y no quiere decir nada. Los hay que están deseosos de convertir este sábado en una fecha histórica, a partir de la cual habrá un antes y un después en la definición expresa de la soberanía catalana. Los hay que ahora necesitan la manifestación para sentirse más legitimados y los hay que estoy seguro que, a estas alturas, preferirían que una de esas repentinas tormentas de verano desmantelara una hipotética respuesta masiva en el paseo de Gràcia.

Artur Mascompara el pacto que llevaba implícito el Estatut con un espejo que ahora se ha roto en miles de pedazos. Un espejo así no se puede recomponer; en todo caso, hay que tener uno nuevo. Lo queMasno dice es que las porciones de espejo diseminadas continúan teniendo vida propia. Cada uno, como escribíaStendhal, refleja una determinada escena. Los espejos, «los paseamos a lo largo del camino», y explican el pedazo de realidad que les toca. En uno de los espejos, hay un aquelarre. En otro, hay tacticismo. En otro, crispaciones de los catalanesemprenyats. También la confluencia del discurso inflamado y de la serenidad institucional. Con tanto espejo por el suelo, es mejor ir bien calzados.