NÓMADAS Y VIAJANTES

Srebrenica, capital de nuestra vergüenza

RAMÓN LOBO

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El cementerio de Potocari, a las afueras de Srebrenica, se transforma cada 11 de julio en la capital del dolor y la vergüenza. Este año dieron sepultura a otras 409 víctimas identificadas por los antropólogos forenses. Miles de familiares se acercan para rezar y rendir tributo a los 5.657 ya identificados. Se les devolvió el nombre y la dignidad, una manera de hacer justicia. Faltan muchos hasta llegar a los 8.000 asesinados en aquel mes de 1995, seis meses antes del final de la guerra. Miles de tumbas con una única fecha. Parecen víctimas de un cataclismo; lo fueron: el de un odio alimentado desde la irresponsabilidad y el poder. Potocari rezuma a diario, lejos de las conmemoraciones oficiales, un silencio emocionante.

Srebrenica, la mayor matanza en Europa desde 1945, quedó en la República Srpska tras los acuerdos de paz, en manos de las autoridades serbobosnias. Parece una burla, una ironía. Los Acuerdos de Dayton premiaron a los asesinos, castigaron a las víctimas, enquistaron los problemas. Fueron una estafa.

La semana del 11 de julio de 1995, las tropas dirigidas por el general serbobosnioRatko Mladicpenetraron en Srebrenica, un enclave protegido de la ONU que nadie protegió. De ahí la vergüenza, un sentimiento que se repite en Darfur, Irak, Siria, en cada conflicto olvidado. Un libro esencial para entender lo ocurrido esPostales desde la tumba(Galaxia-Gutemberg) deEmir Suljagic.

Los cascos azules holandeses encargados de proteger el enclave no dispararon un solo tiro. Negociaron la salida, su salvoconducto; se lavaron las manos, una forma de rendición cobarde. Fue un duro golpe para Holanda, país que se siente centro de la justicia universal, exportador de moralidad.

La ONU y la OTAN juegan al póker sin cartas. Declaran enclaves protegidos cuando no hay medios ni voluntad de protegerlos. Se llaman faroles; abundan entre las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, sobre todo las que afectan a los amigos.

Tres mandos de las Naciones Unidas deberían tener esculpidos sus nombres en la historia de la infamia: el japonésYasushi Akashi,el general francésBernard Janviery el secretario generalButros Butros-Gali.Son los que bloquearon una respuesta militar a la invasión de Srebrenica.

Las tropas serbias no solo persiguieron y mataron por los bosques de Srebrenica a miles de hombres, militares y civiles, que trataban de alcanzar las líneas bosnias cerca de Tuzla; también ejecutaron un plan para hacer desaparecer los cuerpos, dificultar el hallazgo de las pruebas. Los restos fueron enterrados en más de 300 fosas comunes, que abrían y cerraban con excavadoras, mezclando unos con otros, separando huesos de una víctima en varios enterramientos. La reconstrucción es un puzzle, un milagro.

Restos por identificar

Fredy Peccerellies antropólogo forense. Ha trabajado en Visoko, cerca de Tuzla, donde se conservan los restos aún no identificados. Su equipo está entre los mejores del mundo. Tiene experiencia. En Guatemala, su país, los militares hicieron desaparecer a más de 40.000 personas.Peccerellisostiene que él trabaja para los vivos, no para los muertos. A un familiar que busca a su desaparecido le cuesta acudir a los organismos que identifican restos porque hacerlo es admitir que está muerto, que debe dejar de buscarle entre los vivos.

Conocí aHatidza Mehmedovicen el 2005, en el décimo aniversario de la masacre. Era presidenta de una asociación de madres de Srebrenica. Se hizo célebre en julio del 2003 porque gritó al presidente de EEUU,Bill Clinton:«¿Por qué no hizo algo? ¿Por qué no hizo nada?». Tenía entonces tres desaparecidos: su marido y dos hijos. En Srebrenica saben que aquellos que no alcanzaron Tuzla en aquellos días de julio de 1995 están muertos. Pero la ausencia de un cuerpo, de un hecho incontestable, azuza la esperanza, la ilusión de que algo impensable pudo ocurrir.

Volví a ver aHatidzaen noviembre del 2007. Una voz ronca se había apoderado de ella. Le surgía de las entrañas. No quedaba nada del timbre dulce, tranquilo. Esa voz arañada era de tristeza profunda. Acababan de informarle desde Visoko que habían identificado algunos restos de su marido y parte de uno de sus hijos, pero no sabía de cuál de los dos.

Esta vez, en el 18 aniversario de la matanza, se ha dado sepultura a un bebé de la familiaMihic,recuperado de una fosa común exhumada el año pasado. El muerto más joven de aquella masacre. Detrás de las imágenes, de los enterramientos masivos, hay personas comoHatidzacon la voz cambiada, historias de dolor que ya solo se narran en los libros, como el excepcionalLos Bosnios(Periférica) deVelibor Colic.Descansen en paz los muertos, no la memoria de los vivos.