Dos miradas

Somos unos sentimentales

josep maria Fonalleras

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No sé si recuerdan el primer acto que organizó el tripartito en la Ciutadella para conmemorar el Onze de Setembre. Era en el 2004, y la idea de Maragall y Tura, concebida y estructurada por Joan Ollé, fue criticada por tirios y troyanos, es decir, por casi todo el mundo. Algunos veían un exceso de parafernalia, el empeño en querer parecer un Estado, al menos en las formas: por eso, al final, los Mossos no desfilaron como un ejército sino como quien va de excursión, a ritmo pausado y nada desafiante. Otros vieron un propósito descafeinado que atentaba contra las altas cotas patrióticas de la jornada. Con los años, el acto de la Ciutadella se ha estabilizado, con protestas más o menos cavernícolas o progresistas (cavernícolas también) y ahora es, en esencia, una especie de solario con gente que llora al oír La balanguera o El cant de la senyera. Hay un detalle de esta ceremonia que me sigue llegando al fondo del corazón. Me enternece mucho ver cómo el destacamento de policías autonómicos, uniformados de gala y bien alineados, hace cola ante el semáforo en rojo del paseo de Pujades para acceder al recinto. Eso es muy nuestro, muy noucentista. Vista con distancia, la prohibición del primer desfile militar fue positiva. Nos ha ofrecido el placer de una imagen educada y simbólica, con muchos homenajes literarios, que es lo que de verdad nos gusta. Y poder llorar con unas cuantas canciones. Somos unos sentimentales.