TRAS EL 17-A

Una sociedad que genera violencia

Junto a la pancarta del 'No tinc por', hay que reivindicar las que piden paz y trabajar día a día por la igualdad

ilu-sociedad-violenciaalta-14-09-2017FRANCINA CORTÉS

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TERESA CRESPO

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A raíz de los atentados del 17-A se ha escrito mucho sobre lo acontecido y se han planteado preguntas de difícil respuesta. ¿Qué hemos hecho mal? ¿Cómo evitarlo? ¿Qué debemos cambiar? No pretendo responder, sino tan solo aportar alguna reflexión a pocos días de que se cumpla un mes. 

Si analizamos nuestro modelo socioeconómico constatamos que es claramente injusto, puesto que genera riqueza para una minoría y somete a una mayoría a la precariedad. Un contraste que en cualquier momento puede dar lugar a la radicalización y la violencia por parte de quienes sufren las desigualdades y no ven salidas a su situación de pobreza o discriminación.

Año tras año constatamos que unos colectivos padecen con mayor crudeza dichas injusticias y nos hemos acostumbrado a hablar de brechas salariales o formativas por razón de género, origen o edad, evidentes y confirmadas por los datos estadísticos. Así, en el curso 2014-15 un 9,9% de los estudiantes españoles de ESO no se graduaron, mientras que entre los magrebís el porcentaje fue del 32%. Si miramos la tasa de paro, vemos que la de los autóctonos desciende en los últimos años hasta niveles inferiores al 18%, mientras que entre las personas de otros orígenes se sitúa en el 40%. Y el ascensor social tampoco funciona igual para todos: solo un 15% de los hijos de inmigrantes viven mejor que sus padres, lo cual nos lleva a la conclusión de que lo habitual es que quienes emigran de sus países tienen muchas más dificultades para conseguir una vida digna entre nosotros. 

Experiencias claramente marginadoras

En su vida cotidiana viven numerosos momentos y experiencias claramente marginadores o que, cuanto menos, subrayan la diferencia, su alteridad. A título de ejemplo, es muy frecuente referirse a ellos citando su religión a modo de calificativo, 'musulmán', y estos días hemos leído en las redes sociales opiniones de personas con muy poco criterio que difunden falsedades sobre su manera de actuar, su ética personal, o los beneficios que obtienen de nuestro sistema de protección social. Hemos constatado que su aspecto físico genera inseguridad y sabemos que cuando pasean tranquilamente por la calle se les pide la documentación con mayor frecuencia, de igual modo que se enfrentan a mayores dificultades a la hora de alquilar un piso u obtener un trabajo.

Esta cotidianidad les hace sentir diferentes y no acaban de integrarse en una sociedad que no los acepta plenamente y que actúa con recelos injustificados. La interculturalidad significa aceptar al otro tal como es y establecer una relación de respeto y de igual a igual que no es fácil de conseguir, porque las diferencias existen y hay que saber asumirlas, respetarlas y valorar aquello que nos enriquece en este diálogo sincero y abierto. 

Si estos factores pueden encontrarse en la raíz de la actuación de algunos jóvenes terroristas, creo que también se debería tener en cuenta que estamos hablando de unas edades en que la mayoría vive situaciones de inseguridad, dudas e inquietudes ante un futuro incierto. La falta de recursos para enfrentarse a los retos que se les presentan puede generar desesperanza, temor, pérdida de la autoestima y rebeldía en una etapa de la vida especialmente vulnerable a influencias no deseadas: una secta, el consumo de drogas, amistades inadecuadas...

La interculturalidad significa aceptar al otro tal como es y establecer una relación de respeto y de igual a igual que no es fácil de conseguir

En ese contexto, conseguir determinados objetivos resulta bastante más fácil, particularmente entre jóvenes procedentes de otras culturas y religiones en cuya circunstancia se suman las vivencias y contradicciones propias de su momento vital con las cuestiones identitarias y las experiencias marginadoras. La imposibilidad de resolver ciertos conflictos los hace propensos a escuchar mensajes y propuestas que les ofrecen notoriedad y protagonismo, convertirse en salvadores de un mundo mejor y alcanzar una recompensa para la eternidad. Personas a las que se encomienda una misión trascendente. 

La tarea que tenemos por delante para combatir la xenofobia, prevenir el proselitismo radicalizado y construir una sociedad realmente igualitaria en la que todos tengamos las mismas oportunidades y los mismos derechos y obligaciones es ingente. Junto a las pancartas con el lema No tinc por hay que reivindicar con fuerza las que piden paz y trabajar día a día por la igualdad, ya que si viviéramos en una sociedad regida por políticas sociales y económicas que buscaran realmente la equidad, sería mucho más difícil encontrar candidatos para realizar actos tan crueles como los que hemos vivido.