Ventana de socorro

La sociedad perfecta

A los que amamos Francia nos desconsuela que haya quien se deje seducir por el terror

ÁNGELES GONZÁLEZ-SINDE

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Si te dedicas a la cultura, Francia es una suerte de Meca. Envidiamos el apoyo a la cultura, su fondo de la cinematografía, sus canales de televisión que no solo buscan lo fácil y rentable. Nos gustan sus intelectuales tan innovadores y clarividentes, sus instituciones culturales tan sólidas… Por eso, ante sucesos como el de Niza, nos quedamos paralizados. ¿Cómo puede ocurrir eso en un país avanzado, con una educación pública envidiable, donde los habitantes están entre los más cultos del mundo, en el que la democracia y sus valores llevan siglos implantados? ¿No sirve todo eso para detener la barbarie?

A los que amamos Francia, nos llena de desconsuelo que haya quien se deje seducir por la llamada terrorista, que los civilizados y reflexivos franceses no hayan construido una integración y una convivencia mejor con quienes proceden de sus antiguas colonias. Nosotros podemos ser torpes, tenemos tantas carencias, pero ¿ellos que son nuestro faro? La escritora francesa Virginie Desplentes daba pistas a este diario con motivo de la publicación de su libro Vernon Subutex: «A nivel laboral y también en nuestras creencias, la crisis nos ha obligado a dejar atrás un montón de cosas: la seguridad material, el techo, la comida, la salud y estamos entrando en un mundo desconocido». Eso vale para todos, franceses de nacimiento y de adopción. En ese mismo barco, unos hallan salida en el voto a la extrema derecha y el odio al extranjero, otros en el odio al francés y la violencia.

Envío mis condolencias a un cineasta francés y me contesta: «Todavía no estamos seguros de que no haya sido el acto de un hombre trastornado, violento y perdido, pero ese es el elemento que más me preocupa, que haya toda una generación de hombres jóvenes desesperados que no distinguen entre el mundo virtual y el real. De todos modos, aunque nuestros políticos parezcan desorientados, la sociedad francesa tiene una enorme resiliencia». Para eso sirve la cultura, para que, a pesar del terror y del dolor, la democracia encuentre un camino.