ANÁLISIS

Es el síntoma, no la enfermedad

Esta tendencia de llevar el cuerpo a extremos imposibles no es otra cosa que la punta de un iceberg que descansa sobre toda una cultura

Reportaje modas toxicas Ab Crack

Reportaje modas toxicas Ab Crack / periodico

NAJAT EL HACHMI

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Hacíamos cola para comprar un helado. Una madre empezó a hablar de las calorías que tenían algunos de los gustos, los más buenos, claro. Es un comentario banal, que parece inocuo, pero si analizamos el día a día de nuestras hijas, niñas y jóvenes, ¿cuántas frases de este tipo llegan a recibir a lo largo de una jornada normal y corriente? Somos las mujeres las que tenemos tendencia a juzgar nuestros cuerpos y los cuerpos de las otras mujeres. Empezamos por criticarnos nosotras mismas, decimos "mira, me he de adelgazar, me he engordado, me sobra de aquí, me falta allí, eso me cuelga...", o lo que sea.

Después observamos a las otras mujeres, en la televisión, en las revistas, en la playa o en cualquier espacio público. Decimos "esta qué bien está que se ha adelgazado, la otra se ha operado, no se quien se conserva bien o mal". Sin ser conscientes enviamos un mensaje claro a todas las menores que buscan modelos femeninos para identificarse: lo que más importa en una mujer no es ni el talento ni la inteligencia ni la personalidad, ni siquiera que sea feliz, lo más importante es su aspecto, su imagen externa que debe incluirse en unos moldes preestablecidos bien definidos.

INCOMODIDAD CON EL CUERPO

La incomodidad con el propio cuerpo comienza, de hecho, en casa y no fuera, de modo que cualquier medida pública para frenar la propagación de los trastornos alimentarios será poco efectiva si antes las familias, sobre todo las madres, no somos conscientes de que también transmitimos nuestro propio malestar corporal a las niñas que nos siguen.

Está claro que este es solo uno de los factores que alimentan las absurdas tendencias adolescentes de buscar medidas imposibles. Un elemento a tener en cuenta es el uso del móvil. O mejor dicho, la desprotección que supone que alguien de corta edad tenga entre manos esta potente herramienta tecnológica. Los niños de 10 o 12 años no deberían usar los teléfonos sin la presencia constante de un adulto, quizá ni con adulto dado la alta capacidad de adicción que tienen. Si no los dejamos fumar ni jugar a máquinas tragaperras no veo por qué es pertinente que se puedan hacer fotografías para exponerlas al mundo. ¿Por qué necesitan tener instagram las niñas? ¿Qué les aporta y cómo aprenderán que el espejo, sea real o virtual, las puede arrojar a un pozo sin fondo? 

RETOS ABSURDOS

Ser alguien en entornos virtuales exige hacer tonterías o alcanzar retos absurdos poniendo en riesgo la propia salud como este de buscar 'un bache' que atraviese el abdomen de arriba abajo. Algunas entrarán en la competición porque ya han caído en la enfermedad, pero para otras será un detonante, el reto las hará entrar en una espiral infernal de mucho sufrimiento de la que cuesta Dios y ayuda salir. La anorexia, tal como dijo Delphine de Vigan, es una droga muy adictiva pero también lo son otros trastornos alimentarios que tienen mucha incidencia pero resultan menos escandalosos a escala pública.

La bulimia, con vómito o sin, es la gran desconocida, oculta y poco entendida. El exceso de ejercicio es una faceta más de la preocupación desmedida por las proporciones corporales, en este caso siendo su víctimas tanto hombres como mujeres y camuflada por un pretendido cuidado de la salud.

No nos engañemos, esta tendencia de llevar el cuerpo a extremos imposibles no es otra cosa que la punta de un iceberg que descansa sobre toda una cultura. Una cultura con una potente industria detrás, poca conciencia colectiva y unos estamentos públicos más bien blandos en las medidas que toman para hacer frente a lo que es, en toda regla, un problema de salud pública.