Análisis

Sintagma y el rey desnudo

Los gobernantes griegos han acabado víctimas de sí mismos, creyendo su propia propaganda

JOSEP OLIVER ALONSO

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Finalmente, fumata, blanca o negra. Pero fumata, al fin y al cabo. Aunque no se acaba de comprender la estrategia seguida por la Syritza de Tsipras. Hay quien, como Ambrose Evans-Pritchard en 'The Telegraph', argumenta que el primer ministro griego quería perder el referéndum. Y encontrar una vía de salida a la catastrófica gestión de los últimos meses, y lo que se perfilaba en el horizonte. Otros apuntan a las contradicciones entre las facciones de Syritza para explicar el golpe de mano que significó la consulta. Algo de cierto hay en ello, vistas las disensiones que el nuevo programa está provocando, tanto en el partido como en el Gobierno griego y su grupo parlamentario.

En todo caso, el cambio de escenario ha sido tan radical que obliga a detenernos, y evaluar lo sucedido los últimos meses, tanto en la política como, en especial, en la economía griegas. Hace un año, las perspectivas de la Comisión Europea destacaban el reforzamiento de su recuperación, se celebraban los superávits presupuestarios primarios, la banca griega aprobaba el Asset Quality Review del BCE y los posteriores test de estrés, y la renovada confianza sobre el futuro de Grecia estimulaba las entradas de capital, con la subsiguiente reducción de la prima de riesgo. Incluso se consideraba seriamente que el país iba a regresar en poco tiempo a los mercados, a financiarse en solitario, como lo habían hecho antes Irlanda y Portugal.

¿Dónde ha quedado todo? Cuando el griterio de la confrontación se acalla, no emerge el entusiasmo con el que se recibió la victoria del no en la plaza Sintagma. Para mí fue un misterio lo qué se estaba celebrando, tanto en Atenas como aquí, en Barcelona o en Madrid. ¿Quizás el tercer paquete de asistencia financiera de la UE, que ayer fue aprobado en el Parlamento griego?

Lo que aparece ahora es el paisaje tras una dura batalla y, como siempre, los destrozos causados son evidentes. Entre ellos, el final del órdago que, Tsipras y Syritza, habían lanzado a los países del norte. Lejos quedan Varoufakis o Tsipras conduciendo impertérritos hacia el abismo, a lo James Dean, confiando en que Angela Merkel se asustaría y frenaría antes del precipicio. El choque con la dura realidad de un posible Grexit, impuesto desde Alemania, fue tan severo que la rendición fue incondicional.

Entre la bruma que se disipa, también aparece el poso de crisis, provocada por la pérdida de confianza, la huida de capitales, el deterioro económico y un sistema financiero en quiebra, en gran medida efectos colaterales de ese período de incertidumbre. Retenga el lector lo que nos pasó a nosotros en aquellos infaustos meses de junio del 2011 a julio del 2012. Salvando todas las distancias, nos aconteció algo parecido. Aquí y entonces, los políticos de uno y otro signo estaban más preocupados por las contiendas electorales que por ordenar la casa. Y la salida de capitales y el hundimiento de la confianza, se llevaron por delante la friolera de 1,5 millones de empleos y hundieron al país en una segunda recesión peor que la primera, de la que ahora estamos emergiendo.

Catástrofe

Algo parecido les espera a los griegos. Lo que les queda es un sistema financiero que precisa una, !la tercera!, recapitalización, estimada en 25.000 millones de euros, equivalente a que España hubiera utilizado más de 125.000 millones para su rescate financiero. A ello hay que añadir que la inyección de nuevo capital y la absorción de pérdidas de la banca griega parece que va a seguir el modelo chipriota: liquidación del valor de las acciones y de las obligaciones, de parte de los depósitos por encima de 100.000 euros y, finalmente, con la privatización de activos del país.

Y aunque el corralito se levante los próximos días, no va a suceder lo mismo con el control de capitales. Sumen a ello que el Gobierno griego precisa de un tercer paquete de auxilio financiero, de entre 85.000 y 90.000 millones , de los que España aportará unos 10.000, con lo que implica de severos ajustes y pérdida de soberanía para los próximos tres años.

¿Quién ha sido responsable de esta catástrofe? No nos remontemos a cómo ha vivido Grecia las últimas décadas, muy por encima de sus posibilidades. Ciñámonos dónde se encontraba hace un año. Y dónde está ahora. La obligación más sagrada de los gobernantes debería ser conocer dónde conducen a su país. ¿Sabían sus dirigentes lo que hacían? ¿Habían previsto siquiera la posibilidad de este escenariol? Me temo que, como en otras situaciones, han acabado cayendo víctimas de sí mismos, creyéndose su propia propaganda. Finalmente, la dura realidad se ha impuesto y el rey ha quedado desnudo. Pero el coste económico, y social, de ese pulso no ha sido, y no será, menor !Pobres griegos!

Catedrático de Economía aplicada de la UAB.