EN CLAVE DE EUROPA

Sin mensajes positivos sobre Europa

ELISEO OLIVERAS

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Ante la posibilidad de que los británicos voten a favor de abandonar la Unión Europea (UE) en el referéndum del 23 de junio, los dirigentes de las instituciones europeas han priorizando hasta ahora los mensajes catastróficos, como si Europa no pudiera seguir existiendo y funcionando sin Gran Bretaña. Una estrategia que transmite a los ciudadanos la imagen de Europa en descomposición y que favorece a las fuerzas de extrema derecha que en teoría se pretende combatir.

El presidente permanente de la UE, Donald Tusk, y el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, se han distinguido por sus declaraciones apocalípticas sobre el futuro europeo, sin un mensaje positivo sobre la capacidad de la UE de seguir adelante si su socio más conflictivo se va. Parece como si los 444 millones de europeos que no son británicos no contasen para nada y todo el continente estuviera condenado de antemano a la debacle por un voto británico.

Juncker ha afirmado que la salida británica de la UE sería "una catástrofe" con "consecuencias imprevisibles" muy negativas, dejando planear la perspectiva de nuevas guerras asolando el continente. Tusk ha ido aún mucho más lejos y ha augurado que el triunfo del Brexit (salida británica) "puede suponer el principio de la destrucción no solo de la UE sino también de la civilización política occidental".

El proceso de integración europea se inició en 1950 y se fortaleció durante dos décadas sin la participación británica, ya que Gran Bretaña no se sumó hasta 1973. Han tenido que ser los ministros de Asuntos Exteriores de Alemania y Francia, Frank-Walter Steinmeier y Jean-Marc Ayrault, quienes han comenzado a reintroducir esta semana el realismo y la serenidad, recordando que la UE continuará adelante aunque los británicos decidan irse. Steinmeier y Ayrault han destacado el compromiso de sus países de "asumir juntos la responsabilidad de asegurar que la UE continúe y pueda funcionar" y evitar la anunciada desintegración europea.

Los ministros de Economía del Eurogrupo también han asegurado este jueves que la zona euro "tiene la capacidad para afrontar cualquier choque que se produzca" y el Banco Central Europeo (BCE) ha subrayado que "está preparado para afrontar cualquier situación".

En Gran Bretaña, el primer ministro, el conservador David Cameron, y su antecesor, el socialista Gordon Brown, intentan convencer a la desesperada a sus conciudadanos de las ventajas de permanecer en la UE. Pero la credibilidad de su mensaje se ve mermada por sus hasta ahora constantes y demoledoras críticas contra la UE, a la que responsabilizaban de todos los males. 

DESENCANTO Y RECHAZO

Un triunfo de la salida británica de la UE ciertamente alentará a la extrema derecha y a los populistas euroescépticos y ultranacionalistas, que se alimentan del desencanto y rechazo masivo ciudadano a las políticas promovidas e impuestas desde Bruselas, especialmente socioeconómicas. Pero en lugar de anticipar el fin ineluctable de la UE, TuskJuncker y los líderes de los estados miembros, deberían reflexionar en profundidad sobre cómo sus propias decisiones y políticas han provocado el hundimiento del apoyo ciudadano a la UE, incluso en los países más europeístas, como España, Francia, Italia, Alemania y Holanda.

Para frenar el avance del populismo de la extrema derecha y el riesgo desintegrador del contagio de un eventual Brexit, la Comisión Europea y los gobiernos europeos deben reorientar en profundidad las políticas cotidianas y la estrategia económica europea, como reclaman desde el Parlamento Europeo su presidente, Martin Schulz (socialista), y el vicepresidente Antonio Tajani (popular), por citar solo dos ejemplos de los dos principales partidos políticos de la UE.

Para recuperar el respaldo ciudadano no basta con la rebaja de las tarifas del teléfono móvil en los viajes o las becas universitarias Erasmus. En una Europa donde los ciudadanos han visto recortados sus derechos laborales y servicios sociales y donde la precariedad y la desigualdad han vuelto a niveles pretéritos, hace falta un giro sustancial en las políticas y en la forma cotidiana de hacer política. La prioridad de la UE no puede seguir siendo el sector financiero, las grandes empresas y la élite socioeconómica. Hay que escuchar a los ciudadanos en todos los ámbitos, desde su rechazo a los organismos modificados genéticamente a su demanda de sueldos dignos que cubran el coste de la vida, sino la extrema derecha seguirá extendiéndose por Europa como ya lo hizo durante 1920-1930.