DERECHOS HUMANOS

Un silencio que mata

Miembros de la minoría rohinya caminan por un campo de arroz en su huida de Birmania para refugiarse en Bangladés.

Miembros de la minoría rohinya caminan por un campo de arroz en su huida de Birmania para refugiarse en Bangladés. / periodico

Rafael Vilasanjuan

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Aunque nos quede lejos, lo que está pasado en Birmania es otra crisis basada en odio étnico, con estigma religioso y un enorme potencial para abrir un nuevo capítulo en el avance radical islámico que nos afecta a todos.

Lo que sabemos de la comunidad Rohinga nos queda aun mas lejos que Birmania. En un país de mayoría budista esta minoría musulmana lleva viviendo desde hace generaciones en el país, sin que nadie reconozca sus derechos. Mas de un millón de los que buena parte nacen, viven y mueren en campos de internamiento desde hace décadas, donde se les niega derechos básicos como la ciudadanía, la educación o el acceso a servicios de salud. Son lo que llamamos personas sin Estadoapátridas y aquí es donde empieza la historia. Porque en estas condiciones y con tantos años de acoso han surgido milicias, todavía muy incipientes, que intentan repeler la violencia sistemática a la que son sometidos.

Aunque el acoso y la violencia nacionalista contra los Rohinga lleva décadas, la excusa de un incidente con una de estas milicias ha desatado el ataque de los budistas radicales y el Ejército, para expulsar a la comunidad del país, empujándolos hacia la vecina y superpoblada Bangladés. Lo que hasta ahora se consideraba un genocidio lento de esta minoría musulmana, se ha transformado en una limpieza étnicaCasi 200.000 rohingas han huido cruzando la frontera, el resto vive en las condiciones deplorables de siempre, pero con mas miedo y sin que nadie les defienda.

Y esto es lo que mas sorprende, porque se esperaba que la situación de los Rohinga mejoraría tras la dictadura militar, con la llegada al Gobierno de Aung San Suu Ki, la premio Nobel de la Paz premio Nobel de la Paz que ganó las elecciones hace apenas dos años. Pero el silencio de quien recibió la voz y el apoyo de toda la comunidad internacional para liderar una nueva etapa sorprende e indica que los militares siguen mandando en Birmania o aún más preocupante, que se ha convertido en cómplice de la matanza.