Al contrataque

Silencio

ANA PASTOR

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Te sientas en el coche, si tienes, arrancas y pones la radio. Entras en casa, si tienes, y enciendes la televisión casi sin haberte quitado el abrigo. Sales a hacer deporte y te pones los cascos para escuchar música. Decides ir a comer fuera y escuchas sonar a tu alrededor múltiples melodías que acompasan el movimiento de otros tantos teléfonos móviles. Te paras de pie en mitad de una céntrica calle y el claxon de los coches rebota en cada baldosa de la acera. Entras en una tienda y la música impide que la sangre te llegue al cerebro, que hace rato que se ha bloqueado por el volumen. Cuando vuelves a salir a la calle buscas refugio en una tranquila parada de autobús. Junto a ti, un chaval se ha empeñado en compartir contigo, y con todo el que pasa, sus gustos musicales.

Zumbido de ordenadores

Llega el autobús. Te subes, respiras y cuando crees que lo has conseguido... alguien situado justo en el asiento de atrás trata de hablar con su hermana, que se encuentra de vacaciones en otra ciudad, con tal nivel de decibelios que si colgara el teléfono seguiría escuchándola sin problemas. Llegas al trabajo y durante toda la jornada, incluso cuando todavía todos tus compañeros no se han incorporado, te acompaña el zumbido que generan las decenas de ordenadores y los aparatos del aire acondicionado.

El silencio se ha convertido en unos de los bienes más preciados de la vida moderna. Tanto, que una empresa ha decidido empezar a vender billetes de tren a sus clientes para vagones «silenciosos». Allí no podremos hablar por teléfono, por ejemplo. Dicen que la nueva medida pretende respetar el descanso de quienes quieran optar por dormir y la concentración de los que elijan trabajar. Buscamos silencio y en esa búsqueda huimos de los otros.

El otro día le preguntaba a una amiga, madre de dos niños pequeños, cuándo fue la última vez que había estado al menos 15 minutos en total silencio. Sin interrupciones. Sin interferencias. Sin hacer nada. Sin consultar el teléfono ni el correo. Sin tener que encender algo a tu alrededor. Solo recordaba haber pasado ese tiempo sin ruido bajo el agua de la piscina, porque hasta en la ducha conseguía oír a sus hijos reclamando su atención.

Ver con más claridad

El silencio que parece haber desaparecido por culpa de la velocidad con la que exprimimos la vida. El silencio que te sitúa, te orienta y hasta te permite ver con más claridad. El silencio que buscas porque te falta y del que huyes y te incomoda cuando algo falla. El silencio. Shhhhh...