Ventana de socorro

No te signifiques

Una se siente orgullosa al ver cómo un hijo se apasiona por todo lo que hace hermosa a la política

ÁNGELES GONZÁLEZ-SINDE

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«Hijo (o hija), no te signifiques». La advertencia es muy propia de nuestro país y de una generación, la que vivió y sufrió la guerra civil y la posguerra. Mi abuela se la dijo a mi padre, que hizo caso omiso, militó en la clandestinidad antifranquista y pasó alguna temporada a la sombra después de pasar por el TOP, que no era una lista de éxitos, sino el temido Tribunal de Orden Público. Algunas décadas después, yo también ignoré el consejo y me signifiqué aceptando un cargo público en un gobierno socialista.

Esta primavera mi hija cumplió los 18 y ante ella se abrió un panorama maravilloso: podría votar. Lo estaba deseando y se involucró en la campaña del partido violeta que encandila a muchos jóvenes como ella, hijos de padres progresistas cuyas ideas les resultan demasiado tibias y conformistas. En estas semanas la he visto regresar entusiasmada después de la pegada de carteles por el barrio, de las reuniones en la modesta agrupación local, del acto de Ada Colau en Madrid, de la sesión formativa para los que serían apoderados en las mesas electorales, de la fiesta de cierre de campaña.

He sido testigo de cómo prendía en ella la pasión política: hacer algo para alcanzar objetivos comunes, dar pasos con otros en una misma senda de ideas y emociones. Una se siente orgullosa al ver cómo un hijo desobedece la vieja consigna de quien vivió con miedo y se apasiona por lo que hace a la política hermosa: el pensamiento y la voluntad puestas al servicio de mejorar la realidad.

No te signifiques, querían decir las abuelas, porque te perjudicará, porque en este país las ideas ajenas producen terror y rechazo. No te signifiques porque te juzgarán y habrá puertas que se te cierren, porque tu activismo político te distinguirá frente a los otros y jugará en tu contra. Escribo cuando aún no se han cerrado los colegios, pero confío en que estas elecciones permitan un gobierno de coalición progresista que gobierne, entre otras cosas, para desterrar esa vieja cantinela. Porque la política es de todos.