La rueda

El sexo de las misses

La autoestima de un hombre está en unos centímetros; la de la mujer, en todo su cuerpo

NAJAT EL HACHMI

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Los concursos de misses son chocantes, se mire por donde se mire. Ver a un grupo de mujeres jóvenes, sanas y posiblemente inteligentes, reunidas con el único objetivo común de competir en belleza es tan absurdo como sería ver a un grupo de hombres con una cinta métrica midiéndosela para ver quién la tiene más larga. Nos resultaría patético imaginar tal escena masculina, y en cambio vivimos muy acostumbradas a la imagen de mujeres comparándose pechos, caderas, cintura. Ya decía alguien que la autoestima de un hombre está en unos cuantos centímetros, mientras que la de la mujer está en su cuerpo entero, de modo que si vamos un poco cortas de amor propio es fácil que intentemos buscarlo en los tamaños de nuestros contornos. En los concursos de misses hay eso, la competitividad entre mujeres, pero también hay una sociedad entera que nos quiere imponer unos modelos de conducta femeninos, una forma de ser físicamente pero también una manera de comportarse. Deben sonreír siempre esas señoritas, deben ser guapas en traje de noche o en bañador, maquillarse y tunear lo que haga falta, porque ese es su principal objetivo en la vida.

Para que no sean tan aburridas y no parezcan simples estatuas, les piden que tengan alguna habilidad, algún talento y que en su discurso digan algo sensible y conmovedor. Que yo recuerde, no hemos visto nunca una miss bromista, crítica o mordaz. Por lo visto, tampoco tienen sexo, las mises son como los ángeles. O si lo tienen no se puede notar, esta faceta deben disimularla. Así se lo han hecho saber a la miss británica Zara Holland cuando le han retirado el título. El motivo: tener relaciones sexuales en un reality, lo que tenía prohibida por contrato. Es decir, que todo el esfuerzo invertido en su cuerpo exuberante no debemos pensar nunca, ni imaginar de lejos, que pueda servirle para disfrutarlo ella. Debe conformarse con que alegre la vista a los demás.