Sexo no, Guantánamo sí

RAMÓN LOBO

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Siempre se ha dicho que el varón tiene dos cerebros: uno pequeño en la cabeza y otro, el que dirige su vida, en la entrepierna. Se trata de un lugar peligroso para el ciudadano común y un campo minado para cualquier celebridad, sea cantante, actor o político. Las partes bajas dejan al descubierto las carencias de las altas. ¿Se puede confiar en alguien que piensa tan poco en las consecuencias de sus actos? ¿Sigue el mismo programa mental cuando decide recortes y sacrificios que afectan a millones de personas? ¿Preferimos al político que exhibe una rectitud moral aunque sea inexistente? Hablamos de sexo, claro, no de llevarse el dinero de la caja.

Es difícil establecer una frontera nítida entre el ámbito privado y el público en el caso de un jefe de Estado o de un rey. No son cargos traje que uno se quita antes de meterse en la cama, solo o acompañado, y se pone de nuevo tras el desayuno. Tampoco es sencillo decidir qué es noticia relevante, es decir, publicable aunque moleste al afectado, y qué carnaza para los medios de comunicación basura. La existencia de internet imprime tal vorágine al arte de informar que lo frecuente es confundir lo importante con lo llamativo, lo esencial con lo que vende.

El caso Hollande, digámoslo así en referencia a la aparentemente intensa vida sexual del presidente francés, François Hollande, es un ejemplo de esta nebulosa. Cuando la revista Closer destapó el affaire presidencial con la actriz Julie Gayet, parecía una intromisión en la intimidad de dos personas (tres para ser exactos). Lo que podría haber sido un bulo se transformó en certeza. Hollande se mostró indignado «como ciudadano» por la información. Su indignación era una confirmación.

La primera dama, compañera de Hollande desde 2007, Valérie Trierweiler, sufrió una crisis de ansiedad y fue hospitalizada. Hollande trató de cerrar el debate el martes en una multitudinaria rueda de prensa: «Los asuntos privados se tratan en privado». No siempre es tan fácil. Las diferencias con Ségolène Royal, su primera mujer y madre de sus hijos, fueron tan visibles que se enfrentaron por la presidencia de la República. Hubo dardos envenenados en los que Trierweiler no fue inocente. ¿Recuerdan sus tuits contra la reelección de Royal como  diputada?

Los políticos parecen especialmente incapaces en el uso del cerebro superior, el de la cabeza. Bill

Clinton es quizá el más célebre por su encuentro privado con Monica Lewinsky. El presidente trató de modificar los criterios científicos aceptados al definir la felación como no sexo. Era su defensa. Otro escándalo fue el de Dominique Strauss-Kahn, exdirector general del FMI, que expuso, más allá de su culpabilidad concreta, una pauta de comportamiento: machista, prepotente, infantil.

Algo debe tener el palacio del Elíseo que también afectó a François Mitterrand y a Nicolas Sarkozy. Quizá no sea el edificio en sí ni la presidencia, sino el poder, su erótica, esa capacidad insaciable y demoledora que tiene de corromper al más aburrido y normal de sus moradores.

El piso picadero de la pareja Hollande-Gayet estaba en el número 20 de la rue du Cirque, un nombre de lo más inoportuno, que se presta a chanzas. ¿A quién se le ocurre organizar una vida paralela en la calle del Circo?

Los servicios secretos

Además de la broma, hay asuntos serios detrás. Según informó la web MediaPart, el inmueble pertenece a Michel Ferracci, relacionado con la mafia corsa. Aunque no era el prestamista directo del nido de amor, sino su mujer quien se lo dejaba a Gayet, es un efecto colateral incómodo para Hollande. Debe de ser uno de los apartamentos más vigilados de París por los servicios secretos. ¿Se puede uno fiar de un presidente que engaña a su compañera y tiene tan poca maña para elegir sus escondites?

El cerebro inferior, el de la entrepierna, es un punto débil que ha dado grandes días (y noches) de gloria a los servicios secretos durante la guerra fría. Como el caso John Profumo, el ministro de la Guerra británico que compartía corista con un espía de la URSS. ¿Se puede especular que la mafia corsa tenía una buena baza de presión sobre Hollande por el uso del piso de la calle del Circo?

Vivimos en un mundo extraño. Es más fácil escandalizarse por el sexo ajeno que por la sangre. Los republicanos casi expulsan a Clinton de la presidencia por una felación pero consideran a George W. Bush un héroe pese a las guerras de Irak y Afganistán, Guantánamo y las torturas de la CIA. Es una cuestión de valores.