A septiembre por burros

Antes, a los malos estudiantes que suspendían o a aquellos poco dotados para el arte de copiar se les dejaba para septiembre. «Por burros», solíamos proclamar en el patio, con tanta maldad como revanchismo, quienes habíamos aprobado a costa de consumir nuestro tiempo en estudiar en lugar de ir a la calle o a la aventura. La política ha suspendido en Catalunya y en España y los políticos han ganado a pulso sus malas notas.

Artur Mas es un pésimo estudiante incapaz de aprobar en junio, a Oriol Junqueras lo han pillado copiándole las respuestas, los socialistas y Podemos todavía están estudiando las preguntas y Mariano Rajoy ni siquiera se ha presentado al examen. Hace dos años, el pueblo catalán votó que ninguno tuviera mayoría y eligió un Parlament tan plural y complejo como su sociedad. A sus representantes les otorgó un mandato claro sobre la necesidad de dialogar para llegar a compromisos entre posiciones e intereses opuestos y contradictorios.

Hoy la política y los políticos les devuelven el problema para ver si los ciudadanos lo arreglan, después de habernos obligado a asistir a un sainete mas esperpéntico que cómico donde se les ha ofrecido lo contrario a lo encargado: simplezas, propaganda y conflicto.

Como no hemos sido capaces de ponernos de acuerdo, van ustedes a votar y nos van a dar mayoría para que no tengamos que entendernos y gobernar como nos venga en gana. Esa es, sin tanta palabrería, la única justificación que ha podido ofrecer Mas para un adelanto electoral parido con nueve meses de antelación, igual que si fuera el despido en diferido de Bárcenas.

Los ciudadanos votan en las elecciones y escogen parlamentos y gobiernos para que resuelvan problemas. No para ver cómo se los devuelven o les cuentan de quién es la culpa. Antes o después, se lo hacen pagar caro.