El turno

Sentencia y pena antes del juicio

NAJAT el Hachmi

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Ser una figura pública se está convirtiendo en un deporte de riesgo. Y no hablo de aquellos individuos que aspiran a la notoriedad mediática como objetivo, sino a los que por el tipo de trabajo que realizan se ven irremediablemente, se sientan cómodos o no, expuestos a través de los diferentes canales de información. Ahora mismo cualquier persona que aparezca en una noticia, entrevista, programa televisivo o radiofónico puede convertirse en objeto de odios, antipatías e insultos varios. Basta pasearse por los comentarios de cualquier periódico, por los espacios abiertos de opinión, para darse cuenta de que la virtualidad deshumaniza cada vez más la perspectiva desde la que miramos al otro. Esto, sumado a una tendencia generalizada a dar por ciertas las informaciones que nos llegan sin poner en duda ni las fuentes ni las formas en que son vendidas, hace que el aumento de opinadores y condenadores espontáneos crezca exponencialmente. Ya son escasas las ocasiones en que se puede oír a alguien que no dispone de suficientes elementos para juzgar un hecho, lo más natural es que nos sea muy incómoda la perspectiva de no saber qué pensar. Política internacional, economía mundial, escándalos de faldas, procedimientos judiciales, somos expertos en todo. Lo peor es que cada vez ahorramos más el «presunto» de cualquier acusación de la justicia. Todo esto me viene a la cabeza a raíz del caso deMarta Domínguez. De cómo solo hace unos meses todo el peso de los medios cayó sobre ella dando por ciertas las acusaciones de tráfico de sustancias dopantes y ahora, mira por dónde, resulta exculpada de todos los cargos. Suerte tiene de dedicarse a un oficio que requiere mucha resistencia, porque otro en su lugar ya se hubiera hundido. Ahora a ver quién le pide disculpas y cómo se reparan los daños a su imagen.