La rueda

Sembrar odio

ENRIC MARÍN

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Creyéndose en la obligación de fabricar titulares como sea, muchos políticos se atreven a decir palabras gruesas en campaña electoral. A menudo es un error que solo fija a algunos incondicionales y distancia a indecisos. Esto es exactamente lo que ha hecho Cospedal cuando, en alusión a Mas, ha afirmado que «lo peor que puede hacer un gobernante es sembrar el odio y la división. Este odio se vuelve contra quien lo genera». Se trata de un juicio hecho con voluntad difamatoria y carente de todo fundamento. Una acción reprobable. Pero también un grave error comunicativo y político cometido desde una aparente inconsciencia.

La secretaria general del PP parece ignorar que en los últimos años la distancia emocional entre Catalunya y España ha ido acompañada de la fijación progresiva de unas claves interpretativas de la realidad cada vez más divergentes. Ya no se comparte ni el significado de algunos conceptos básicos, ni la visión de lo que es Catalunya y España. Para los partidarios del mantenimiento de la unidad del Estado español, esta distancia conceptual y de perspectiva es, objetivamente, un hecho dramático. La certificación de un fracaso histórico. Cuando Cospedal se refiere a los que siembran odio en Catalunya, quizá genera alguna complicidad en Santander, en Madrid o Huelva. Quizá. Pero en Figueres, en Barcelona o Tortosa esta idea será mayoritariamente recibida como un insulto a la inteligencia. Una nueva muestra de falta de respeto.

Probablemente, la inconsciencia aún va más allá. Cospedal debe ignorar que ante según qué exabruptos la mayoría de los catalanes yo no se ofenden. La reiteración difamatoria ha funcionado como una vacuna. Y la reacción de tedio se expresa con una distancia irónica resumida en el refrán castellano que afirma que «piensa el ladrón que todos son de su condición».