Seis victorias y el don de la tranquilidad
El Barça olía a hecatombe hace un mes y hoy todo le sale bien
Eloy Carrasco
Periodista
Eloy Carrasco
Para ser una jornada histórica, resultó un poco deslucida. No fue un partido muy entretenido, más allá de un ambiente amigable y festivo en la grada, marcado por muchos corazones partidos en las gradas. Y dos goles feotes en propia puerta tampoco ayudan precisamente a pintar un cuadro deslumbrante. Quedó el beneficio contable del Barça (seis victorias, como un tiro) y el conmovedor esfuerzo del Girona, negándose a doblar la rodilla incluso en los últimos minutos y perdiendo por 0-3.
El Girona corrió, fue valiente, nunca dobló la rodilla. Pero los equipos pequeños necesitan también un extra de suerte, y no era el día
Machín acumuló razones para sentirse orgulloso de sus peones. Uno de ellos, Aday, tuvo la desgracia de marcar el 0-1 en la portería equivocada al desviar un mal tiro de Jordi Alba que se iba al cuerno. Aday es uno de los jugadores que ponen rostro a la odisea del Girona; la frustración primero y el ascenso al fin, y tras mucho trotar tiene los campos de Primera División bajo sus botas, mentalmente lejanos ya los días en que jugaba en L’Hospitalet y debía compaginar el fútbol con su trabajo como peluquero.
Maffeo como Gentile
En medio del cansino vaivén del juego, sobre todo en la primera parte, hubo un aspecto llamativo, no necesariamente para bien. Pablo Maffeo es un joven y prometedor carrilero, de niño empezó a jugar como delantero, marcaba goles, pero ayer el entrenador le encargó el trabajo sucio. Como si retrocediéramos en el tiempo hasta el Mundial-82 y Montilivi fuera Sarrià, Maffeo se puso el disfraz de Gentile y, al igual que este hizo entonces con Maradona, se pegó como una lapa a Messi en busca de su anulación. Amarga y tiránica faena. Maffeo cumplió y Messi vio limitada su capacidad de cometer diabluras hasta los últimos minutos, cuando su joven sombra fue sustituida.
Maffeo es uno de esos futbolistas que, como dice Machín, tienen ganas de reivindicarse, de demostrar cosas y saciar viejas hambres. Con la salvedad de ese intento de dejar el partido en un diez contra diez, el Girona fue un equipo valiente. Pero los pequeños no solo deben ser osados y correr más, sino tener algo de suerte, y ayer no era el día.
El caso de Luis Suárez
El Barça, macizo y con un portero en estado de gracia, se marchó además con un cierto alivio para un asunto que podría parecer un problema incipiente. Luis Suárez olía a preocupación. Solo llevaba un gol en la Liga –el que le marcó al Espanyol, el ya irrelevante 5-0– y con el 0-3 se quitó la espina de una noche en la que cayó infinidad de veces en fuera de juego y se le vio un punto pasado de crispación.
Hace un mes se intuía una hecatombe en el Barça, hoy todo va bien. Valverde, qué tranquilidad.
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