Elecciones presidenciales en Argentina

Segunda vuelta con interrogantes

Que un candidato que ha perdido desee que gane el de otro partido solo se explica en el peronismo

SALVADOR MARTÍ

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Los resultados de la primera vuelta de las elecciones en Argentina desmintieron todas las encuestas realizadas y supusieron una sorpresa. Hasta el domingo 25 de octubre casi todo el mundo daba por hecho que Daniel Scioli, elcandidato oficialista apoyado por Cristina Kirchner y un sector del Partido Justicialista (el PJ, conocido como peronismo), sería el claro vencedor. Hasta entonces la incógnita electoral parecía ser la de si Scioli se proclamaría presidente de la República en esa primera vuelta o sería necesaria una segunda. Sin embargo los resultados dieron un resultado mucho más abierto, con virtual un empate entre el oficialista Scioli (con 36,8% del voto) y el político-empresario Mauricio Macri (con 34,3%), a la vez que un tercer candidato, también peronista pero anti-kirchnerista, Sergio Massa, obtenía un crucial 21,3% de los votos.

Ante esta situación hasta el 22 de noviembre, día en que se celebrará la segunda vuelta electoral, no sabremos quién será el sustituto de Cristina Kirchner. De todas formas desde hace días todos los medios opinan que el candidato favorito es Macri a pesar de haber llegado en segunda posición, debido a la corta victoria (de solo 2,5 puntos) del candidato oficialista y a la postura abiertamente antioficialista del tercer candidato. Sin embargo las cosas aún no están claras ya que permanece la incógnita sobre por quién se van a decantar el 21,3% de los electores que eligieron al peronista conservador de Sergio Massa y el 7,4% de votantes que escogieron a otras candidaturas minoritarias. 

    El duelo entre Scioli y Macri da cuenta de un dilema clásico presente en Argentina desde hace más de medio siglo y que se resume en la siguiente pregunta: ¿Va a primar la fidelidad peronista o la adscripción ideológica a la hora de elegir al nuevo presidente? 

Fidelidad de voto partidista

Hasta la fecha la opinión escrita se decanta por la hipótesis de que la mayor parte de los votantes que optaron por el peronista Massa van a hacer presidente a Macri quien plantea un programa opuesto al desplegado durante los últimos 12 años, y que propone disminuir la intervención del Estado en la economía y la sociedad, y devaluar la moneda. Este análisis se sustenta en las afirmaciones realizadas por el mismo Massa, quien expuso que en Argentina existe un hartazgo de las políticas y de los estilos del kirchnerismo.

    A pesar de ello Massa ha expuesto su voluntad de negociar con cada uno de los candidatos para diseñar un programa para “el bien del país” y así poder orientar el voto de sus seguidores. Ante ello debemos pensar: ¿Qué puede negociar el candidato que quedó en tercera posición con los dos presidenciables? ¿Puede ese candidato disponer realmente de la lealtad de sus votantes e indicarles a quién deben votar el día 22? ¿Hasta qué punto un candidato peronista puede preferir a uno de otro partido? Estas preguntas, que serían inauditas en otro país, no lo son en Argentina debido a la existencia de un fenómeno llamado peronismo. 

    El peronismo es más una constelación de sensibilidades políticas de geometría variable que un partido al uso. Esta constelación, además, se organizan en facciones de tan diversa adscripción ideológica que pueden bascular desde la izquierda chavista hasta la derecha neoliberal. Dentro de este magma partidarioviven y se mantienen múltiples redes organizativas que se nutren de lógicas clientelares y comunitarias a partes iguales. Estas redes, que responden a la voluntad de diversos líderes, son las que pueden negociar votos, disponer de la lealtad de votantes y maniobrar para favorecer a un líder en contra de otro.

Sin tener en cuenta esta singularidad del peronismo es difícil entender la delicada posición de Scioli que, a pesar de quedar en primera posición y de que el tercer candidato en liza sea de su misma formación, tiene las de perder. Las dificultades que enfrenta son tres: la primera es que representa el pasado a pesar de no tener el apoyo unánime del kirchnerismo, la segunda es que el peronismo ha perdido el poder en las provincias de Buenos Aires (dónde residen el 40% de los argentinos), Santa Fe y Jujuy y, por lo tanto, no dispone del apoyo de barones territoriales para movilizar el voto a su favor; y la tercera es que a Massa le puede interesar la derrota de su compañero de partido para convertirse en un futuro, si a Macri le va mal como presidente, en el próximo líder peronista.     En cualquier caso, tanto si Macri como Scioli se convierten en presidentes de la República, los retos que van a enfrentar son enormes. Tener que lidiar con una inflación disparada, unos precios de la soja y de las commodities a la baja, un Estado endeudado y un incremento de la inseguridad no son los mejores augurios para un mandato feliz. H

Profesor de Ciencia Política de la Universitat de Girona y miembro del CIDOB.