El ajuste de cargos en las administraciones

Un 'sector político' hipertrofiado

Es imprescindible adelgazar los organismos que alimentan el clientelismo de los partidos

ANTONIO Franco

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Amedida que vía goteo vamos conociendo los recortes de dimensión y efectivos que se proponen hacer las diversas administraciones, crece el enfado popular por el tamaño real que han llegado a tener. Se sabía/sospechaba que quienes trabajan en la economía productiva, en la comercial y prestando servicios directamente relacionados con el incremento de la riqueza del país, soportaban sobre sus espaldas un exceso de organismos institucionales, altos cargos y personal diverso dedicados a, por decirlo de alguna manera, organizarlos y supervisarlos. Pero hemos tenido que esperar hasta ahora, en que además esa parte del tijeretazo se presenta como un mérito, o un sacrificio, o un esfuerzo de nuestros gobernantes, para llegar a cuantificar la magnitud del abuso.

Desde todo tipo de púlpitos nos dicen que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Desgranan, para desarrollar un sentimiento de culpabilidad, que hemos gastado demasiado en cosas prescindibles, que hemos comprado viviendas fuera de lo que los parámetros prudentes fijaban como nuestro alcance, que hemos hecho caso a la publicidad que aseguraba que existían buenos automóviles financiables con sueldos medios y bajos, que utilizamos con desmesura los bares, restaurantes, trenes y aviones, etcétera. Y en muchos casos es verdad.

Pero no nos dicen suficientemente que lo peor de nuestro país es el tamaño desproporcionado de nuestrosector político.Subrayo que hablo del sector político y no del público, cuyo principal pecado es lo mucho que tiran de él para sus propios fines nuestros representantes electos. Hay que hacer, sin duda, una reestructuración del sector público para modernizarlo, darle más eficacia y evitar que las diferentes administraciones lo dupliquen. Foment y Fepime demostraron que, por ejemplo, tras los traspasos de sanidad y cultura a las autonomías, quedaron en la Administración central --y allí siguen¿10.000 funcionarios teóricamente sin funciones. Pero el adelgazamiento fundamental e imprescindible es el otro, el de los organismos que dependen del Gobierno central, de las autonomías y de los ayuntamientos. Algunos tienen sentido, pero otros son pura hipertrofia. Ahora, que vienen mal dadas, se anuncia que es posible (y seguiremos viviendo con normalidad) suprimir bastantes. La Administración central cerrará 29 de las 106 empresas públicas con participación del Estado que tiene. Catalunya hará lo propio con 63 de las 247 entidades que dependen de la Generalitat¿ Todo eso está muy bien, pero no tendríamos que haber llegado a esta situación.

En la inflación de instituciones y en la de sus plantillas y nóminas hay un elemento inconfesado grave: el clientelismo. Los partidos han ido creando puestos de trabajo para sus exy para las personas de su entorno. Las viejas guardias aceptan con más facilidad el relevo cuando les garantizan sueldos de por vida, y los simpatizantes están a mano para ayudar si disponen de medios de supervivencia (puestos en consejos, asesorías, cargos remunerados) que les profesionalicen o que completen sus otros ingresos. ¿Se acabarán estas prácticas? Es dudoso. ¿Habrá punto final a los complementos de sueldo y las dietas añadidas que perciben muchos cargos políticos por asistir a reuniones que forman parte de sus responsabilidades naturales en el cargo? Ya veremos. Por eso la opinión pública desconfía. Le avisan cosas como lo del Gobierno de Castilla¿La Mancha. Después de queJosé Maria Barredaexplicase a bombo y platillo la reducción a la mitad de su sector público (de 94 a 42 organismos), ya ha trascendido que todos los empleados de esas entidades suprimidas conservarán los puestos de trabajo. Por esa vía no habrá ningún ahorro.

En un país con tanta picaresca hay desconfianza hacia las reducciones de costes. En todas. En las fusiones de cajas de ahorros no solo no se piden responsabilidades a los directivos que han sido imprudentes, sino que buena parte de las negociaciones para unirse se han centrado en la composición de los nuevos órganos de gobierno resultantes y en el monto de las indemnizaciones a los altos cargos cesantes. Y a cálculos sobre incrementos futuros de sueldos. Al conocerse que La Caixa absorbería a Caixa Girona, en esta entidad pronto empezó a circular que la previsible equiparación salarial resultante podía suponer un incremento de cerca del 25% para los trabajadores de la caja absorbida que no sean despedidos¿

No todo es así. Hay una mayoría de recortes reales, rebajas efectivas de los sueldos más elevados y planteamientos para intentar redimensionar las administraciones. Pero hasta este momento parece un movimiento voluntarista y deslavazado, no una operación bien pensada. Y existen indicios decepcionantes de que nuestros políticos no acaban de entender que se esperan de ellos esfuerzos más trascendentales. Por ejemplo, será minúsculo el recorte de las subvenciones a los partidos. Si el diagnóstico es que, entre otras cosas, hay un gigantismo excesivo delsector político,los recortes duros también tendrían que ir por ahí.