El turno

Sandro y la guerra en el Barça

MARÇAL SINTES

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No acabo de comprender aSandro Rosell. Y empiezo a intuir que, si lo consigo, lo que comprenderé no me va a gustar demasiado. Me desconcierta que, habiendo ganado las elecciones con la rotundidad con que lo hizo, dedique sus energías a perseguir a la sombra deLaporta. Es como si no fuera capaz de hacer abstracción de los agravios sufridos ni del resentimiento acumulado. No es preciso haber leído aMaquiavelo(«todo príncipe debe querer ser tenido por compasivo y no por cruel») para saber que quien gobierna así está abocado al fracaso.

El último capítulo es el de las cuentas deLaportay su junta. No sé de quién nació la idea de llevar el asunto de la gestión deLaportaa la asamblea de compromisarios, un gesto que queda bien, que es populista, pero nada prudente ni razonable. Sin embargo,Rosell lo hizo. Y entonces vino lo más espectacular: el actual presidente vota en blanco después de compartir con los socios los motivos para votar que sí y los motivos para votar que no. De los motivos para votar en blanco no mencionó ninguno, pero, en cambio, fue precisamente el voto que él, el presidente, eligió. ¿Cómo puede alguien pedir a los socios que se mojen en un asunto tan embrollado y él, por contra, votar en blanco, que es como lavarse las manos? ¿Qué tipo de liderazgo es ese?

Los socios apuntaron (por solo 29 votos de diferencia) con el pulgar hacia el infierno -tal vez condicionados por las filtraciones de las cuentas de la anterior junta administradas por la actual junta-, lo que ha desatado una batalla legal que se alargará durante años y que ha causado la inevitable división entre los socios. El resultado de todo ello es incierto, lo que quiere decir que tanto puede ser queLaportay los suyos sean considerados culpables como que no. Bueno, esto no es exacto. El resultado no es incierto del todo. Hay una cosa que a día de hoy ya sabemos con certeza: al Barça, al Barça de la camiseta Unicef, esta guerra le hará daño.