El avance de la tecnología
Salvar la brecha digital no es gratis
En el nuevo modelo que emerge, el consumidor se transforma en mercancía
Enric Puig Punyet
Profesor de filosofía de la UOC
Enric Puig Punyet. Profesor de filosofía de la UOC y autor de 'La gran adicción ¿Cómo sobrevivir a internet y no aislarse del mundo?'
ENRIC PUIG-PUNYET
La organización que reúne a los principales operadores de telefonía móvil y las compañías del sector (GSMA) ha dedicado dos secciones nuevas del Mobile World Congress a dos públicos diferenciados y específicos: el Youth Mobile Festival y el Women4Tech. Son secciones dedicadas a los niños de 10 a 16 años y a las mujeres; o, más bien, a las respectivas relaciones con los medios digitales. Entre estos dos sectores salta la alarma porque, según las estadísticas, están menos digitalizados. Hay una brecha digital que hay que salvar en pro de la igualdad. El Mobile ejerce así una función de servicio público: da respuesta a la demanda implícita de que todo el mundo esté digitalizado.
Esta demanda se suele basar en tres argumentos. El primero es que la digitalización es necesaria para que uno esté informado de lo que ocurre en su entorno. Parece que se nos ha olvidado el papel de los servicios públicos de información, para los que no hay equivalente en el sector digital, formado, en esencia, por plataformas privadas. Hoy, para estar informado es necesario contratar un servicio privado de datos a una empresa de telefonía, comprarse un teléfono inteligente de cientos de euros y conectarse a una red social privada.
CORTE ENTRE ESPACIO PÚBLICO Y PRIVADO
El segundo es que para ser un buen ciudadano, hay que estar digitalizado. En esta dirección van las políticas smart. Hasta ahora, el concepto de ciudadanía implicaba un corte claro y preciso entre espacio público y privado. Un corte que las plataformas digitales parecen no tener claro. Desde la escolarización pública hasta las funciones de los ayuntamientos, todo parte de esta base prefijada, de esta escisión. Así, pensar que estos instrumentos públicos ya no funcionan y que, por lo tanto, tenemos que recurrir a las herramientas digitales, no es cierto. Muestra una confusión entre la profunda reforma que necesitan y la base que las sustenta.
Finalmente, el tercer argumento establece una relación directa entre digitalización en el ámbito profesional y un aumento de las oportunidades laborales en el nuevo paradigma que ya tenemos encima. Dependeremos de nuestras competencias digitales, nos dicen. Pero este argumento tampoco parece muy sólido. Aquí nadie habla de borrar la brecha de las competencias en programación, lo que situaría la alfabetización digital al mismo nivel que la analógica. Esto sería absurdo por otros motivos, pero no es lo que aquí se persigue. De lo que se habla es de salvar la brecha digital a nivel de usuario, es decir, de consumidor.
EL MODELO DE NEGOCIO SON LOS DATOS
Si lo analizamos en detalle, los tres argumentos que se explican para justificar un servicio público se esfuman y solo queda uno muy diferente: el argumento que emerge de una relectura del mercado digital y del papel que juega el supuesto consumidor.
Hasta hace poco, las empresas se caracterizaban por trabajar precisamente sobre las brechas sociales que, de alguna manera, las definían y beneficiaban. El márketing tradicional marcaba que cuando un sector de la población se interesaba en un producto, se financiaba un nicho de mercado determinado, hacia el que se dirigían los esfuerzos.
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Pero parece que, en cambio, en el mundo digital hay que salvar y superar las brechas. Emerge entonces la pregunta crucial: ¿por qué las compañías tecnológicas abandonan progresivamente el modelo tradicional de público objetivo a la hora de desarrollar sus modelos de negocio? ¿Por qué el GSMA, en representación del sector tecnológico privado, decide que las mujeres y los niños de 10 años deben tener más interés en el mundo digital y no se dedica a afianzar los nichos ya existentes? ¿Por qué poner tantas energías en hacer llegar los servicios digitales a todos los colectivos imaginables, independientemente de los indicativos sociales y económicos?
Pues porque el modelo implícito de negocio se basa en los datos que los usuarios generan, y esto nos obliga a repensar la relación entre mercancía y consumidor. En este nuevo modelo, el consumidor se transforma en mercancía, y la estrategia de ampliar el abanico de público esconde, en realidad, la ambición de ampliar la oferta de esta nueva mercancía: los usuarios.
POKÉMON GO COMO EJEMPLO
Un ejemplo claro es el modelo de negocio que reposa detrás de Pokémon Go, que es el mismo que opera en todas las redes sociales. Aquí no se trata de la venta de la aplicación en sí, claro. En realidad, el negocio está en la comercialización de los datos que genera un usuario determinado mientras la utiliza. Así se refleja en los términos y condiciones que aparecen justo después de haber introducido sexo y edad.
Ampliar los sectores de público a los que se dirige la aplicación es análogo a una ampliación de catálogo en un negocio convencional. Una mujer de 30 años que caza pokémons en la Via Augusta de Barcelona es un producto muy diferente a un niño de 15 años que lo hace en la calle Creu Coberta de la capital catalana. En poco tiempo, habrán vuelto más suculento el catálogo que ofrecerán a sus verdaderos clientes.
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