EL ÓRDAGO SOBERANISTA

Si no saben, váyanse a casa

Disponemos todavía de espacio para la política entendida como el arte de hacer posible lo que parecía imposible

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RAMÓN LOBO

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Este juego del gallina –dos coches se dirigen hacia el precipicio y gana el último conductor que salta– va a terminar con los dos en el vacío. No piense usted que esta sería una buena solución, porque en los vehículos vamos todos los ciudadanos, sea cual sea su bandera.

Los malabares lingüísticos para declarar la independencia y ganar tiempo (aplazamiento de la no declaración) dejan el asunto en el campo de la interpretación subjetiva, área en la que el Gobierno central no se ha distinguido por su capacidad de leer entre líneas. Entramos en tierra ignota, mal asunto en un país con una historia tan rica en enfrentamientos, guerras civiles, dictaduras y desilusiones. Mal asunto en un momento en el que las emociones están fuera de control por la irresponsabilidad de unos y una inacción de otros.  

Nos hallamos en un callejón sin salida. Una de las partes parece anhelar el cuanto peor mejor para forzar una situación de independencia real y ampliar su base de apoyos más allá del 43% actual, según sus propias cuentas en un referéndum sin garantías. La otra parte, por decirlo de una manera, ha agitado durante años un anticatalanismo visceral que le ha dado cientos de miles de votos fuera de Catalunya y el País Vasco. 

Las emociones están fuera de control por la irresponsabilidad de unos y la inacción de otros

El Gobierno central, Ciudadanos y una parte del PSOE se han parapetado en la Constitución y en las leyes porque son víctimas de la falta de cultura democrática de España. Carecemos de un estructura mental propensa al pacto. Como sucede en la lengua serbobosnia, la palabra 'compromiso' tiene en España una connotación negativa. Pactar es ceder, una debilidad.

Navegamos entre el estupor y la tristeza. Hemos realizado una extraordinaria travesía de una dictadura brutal a una democracia imperfecta, que se conformó con las formas sin profundizar en la creación de una exigencia ética colectiva que hiciera imposible la impunidad de los corruptos, que protegiera la división de poderes del Estado y dignificase a los muertos. Catalunya tiene sociedad civil, vivió las revoluciones obreras e industrial, pero de alguna manera también está contaminada de la misma levedad de la política. Después de años de esfuerzo en la modernización de España, una parte de esa Catalunya moderna ha decidido saltar del barco. 

Tres alternativas a la DUI

Pese al riesgo de que todo acabe fuera de control, Catalunya no es un Catch 22 (un problema en el que cualquier solución es un problema mayor). Hay tres alternativas a la DUI: convocar elecciones y que los partidos independentistas defiendan un único punto en su programa: dénme 90 escaños y les haré independientes; una reforma constitucional y un referéndum de verdad, como el de Escocia o los dos de Quebec. La cuarta opción es el suicidio político.

Decía la escritora Slaveka Drákulic, autora de 'No matarían ni una mosca', en una entrevista que la guerra necesita algo más que odio, exige que haya gente dispuesta a matar y morir por sus ideales y sus objetivos. Estamos aún lejos del punto de no retorno. Disponemos de espacio para la política entendida como el arte de hacer posible lo que parecía imposible. Y si no saben, váyanse a su casa.