DOS MIRADAS

Rufián, de Zara

Quizá tendremos que aguantar lecciones de ética de quienes gozan con la humillación, pero no les regalaremos nuestros aplausos

EMMA RIVEROLA

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Descubrió Risto MejideRisto Mejide que la americana que lucía Gabriel Rufián, azote de las empresas de Amancio Ortega, era de Zara. A la cara de gozo del presentador solo le faltaban los colmillos para hincarlos en la yugular de su presa. Y sí, a Mejide le salió un zasca la mar de entretenido, pero en realidad tuvo muy poca gracia.

Rufián ha denunciado en varias ocasiones las condiciones de explotación de los trabajadores de las empresas subcontratadas por grandes marcas de ropa. No es ningún secreto. Lo sabemos todos. Sabemos que la mayoría del calzado que lucimos, la ropa, los móviles, los muebles, incluso la comida, llevan la marca de la vergüenza. Talleres clandestinos que atentan contra la salud. Plantaciones y minas con mano de obra infantil esclava.

La contradicción de Rufián es la contradicción de la sociedad entera. La trampa que nos convierte en un engranaje más de la explotación. Compramos el producto de la opresión y, al hacerlo, también somos los responsables de las fábricas que aquí se cierran, del trabajo precario para competir con sueldos de miseria, de las carencias de unos y otros, de las cadenas que nos unen.

Podemos callar y añadir nuestra complacencia al abuso, participando alegremente en la trampa del mercado. O podemos asumir la falta de coherencia y denunciar. Quizá tendremos que aguantar lecciones de ética de quienes gozan con la humillación, pero al menos no les regalaremos nuestros aplausos.