ANÁLISIS

Trump y el 'Rusiagate': Sí, quizá no o no solo

El presidente de EEUU ha admitido solo a medias lo que desde su llegada a la Casa Blanca se le pedía que reconociera

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, poco antes d ela reunión del G20.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, poco antes d ela reunión del G20. / periodico

ROSA MASSAGUÉ

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Donald Trump ha admitido –más o menos– lo que desde su llegada a la Casa Blanca se le pedía que reconociera, la interferencia de Rusia en las elecciones estadounidenses. Sin embargo, ha sido un reconocimiento que ha lanzado en el terreno de la vaguedad. “Creo que bien pudo haber sido Rusia”, “probablemente también otros países”, “no se sabe con certeza”. O sea que sí, pero quizá no o no solo. Ni sí ni no, sino todo lo contrario.

En cualquier caso, no ha reconocido que Rusia fuera el único responsable de la intromisión pese a que toda la información disponible recogida por las agencias de inteligencia estadounidenses señala claramente no solo a Moscú como responsable, sino al propio líder del Kremlin, a Vladimir Putin. La injerencia rusa en las elecciones del pasado año destinada a perjudicar a la candidata Hillary Clinton y las relaciones, en muchos casos muy peligrosamente estrechas, de personas del entorno de Trump con la Rusia de Putin han sido la gran piedra con la que ha tropezado el presidente. El ‘Rusiagate’ ha tenido ya serias consecuencias sobre altos cargos de su Administración, familiares del presidente –el yerno Jared Kushner–, y sobre su propia persona.   

PEGAMENTO PATRIÓTICO

Que Trump haya reconocido dicha injerencia, aunque solo a medias, y lo haya hecho en Varsovia durante la primera etapa de su segundo viaje a Europa no es casual. Ni que la haya admitido el día antes de su primer cara a cara con el presidente ruso durante la cumbre del G-20 en Hamburgo. Sus palabras han sonado a gloria en la capital polaca. Solo basta mirar atrás, a la historia de Polonia, para  saber que el temor al expansionismo o a una intervención de Rusia es el pegamento patriótico que mantiene unido a aquel país.

Este es uno de los motivos por los que EEUU goza de gran popularidad en Polonia y las relaciones entre ambos países siempre han sido cordiales. Sin embargo, en estos momentos, se da una sintonía militante entre ambos gobiernos como pocas veces se había dado. El Gobierno de Beata Szydlo inspirado por Jaroslaw Kaczinsky, el líder del partido ultraconservador Ley y Justicia, comparte la visión de un nacionalismo radical, antiliberal y xenófobo. Ambos gobiernos se consideran la salvaguardia de la civilización occidental.

CON LA UE EN EL PUNTO DE MIRA

Trump y el Gobierno polaco han emprendido su propia cruzada contra la prensa. El primero, con ataques durísimos que han logrado poner en su contra a todos los medios de prestigio de EEUU. Las autoridades de Varsovia, mediante severos recortes a la libertad de expresión. También comparten su menosprecio al cambio climático.

Y uno y otro tienen a la Unión Europea en el punto de mira. Polonia ha dado muestras de gran intolerancia y falta de solidaridad con Bruselas en cuestiones que van desde la inmigración, a la que es totalmente contraria, hasta la aprobación del segundo mandato del compatriota Donald Tusk como presidente del Consejo Europeo. Que Trump haya viajado antes a Polonia que a alguno de los aliados más tradicionales de EEUU, como pueden ser Alemania o el Reino Unido, no deja de ser un feo bofetón a una Unión que defiende todo aquello a lo que el multimillonario estadounidense puesto a presidente se opone.