AL CONTRATAQUE

Romped el molde de una vez

La gracia de los cuerpos, como la de los rostros, como la de las personalidades, es precisamente la diversidad

Itziar Castro, posando para 'Harper's Bazaar'

Itziar Castro, posando para 'Harper's Bazaar' / periodico

NAJAT EL HACHMI

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La perfección de los cuerpos es un invento capitalista. Vende infinidad de cremas, productos dietéticos y mueve ingentes cantidades de dinero en todo el mundo. No ha habido nunca un cuerpo que respondiera a la definición de "perfecto" sino cuerpos bellos medidos por el placer subjetivo de la mirada, condicionada esta también por la cultura de cada momento y lugar.

El cuerpo voluptuoso de aquella Sabrina que nos enseñó un pecho en 1987 es imposible de encontrar hoy en día en una cantante o modelo, las carnes salvajes moviéndose desafiantes han sido sustituidas por carnes firmemente sujetas a los huesos a base de sesiones de ejercicio diseñadas para evitar la flacidez inherente a la abundancia. 

La trampa

No existe el cuerpo perfecto y en cambio, cuando una mujer quiere plantarse ante los cánones imperantes no es extraño que caiga en la trampa de afirmar que acepta su cuerpo, aunque no sea perfecto. Y es que hemos crecido en el bombardeo incesante de imágenes, mensajes explícitos y subliminales que nos exigen meternos dentro de un molde rígido que se nos pone dentro como si nos marcaran con un hierro candente. 

Cuando aún no hemos empezado a entender nuestra propia anatomía ya nos la corrigen por aquí y por allá. Cuando ni siquiera hemos tenido tiempo de interiorizar nuestra propia imagen ya aprendemos a buscarnos la celulitis, que tener barriga es una especie de pecado mortal, que los brazos flácidos no se enseñan, que si puedes sostener un lápiz debajo el pecho es que lo tienes demasiado caído, que el rostro debe ser simétrico para ser atractivo, que el cabello brillante y qué sé yo. Y tantas otras normas sobre cada uno de los centímetros que somos físicamente, que somos nosotras. Hasta acabar en una enmienda a la totalidad y un ejército de mujeres gastándose buena parte de su sueldo en subsanar los supuestos defectos. Quién diría que hemos roto el espejo de Eva comiéndose la manzana.

Perfección inventada

Itziar Castro es una mujer que ha roto sin piedad todo este cinturón de castidad que nos imponen desde hace décadas. Es valiente por el simple hecho de dejar que la veamos, que esta es ella, este es su cuerpo y así como es se muestra al mundo. Las fotografías de su desnudez son una oportunidad de deshacernos, si no lo hemos hecho todavía, de las ligaduras que nos mantienen dentro del cuerpo correcto. O que hacen que lo escondamos si no responde a la "perfección" inventada.

Todas deberíamos reflejarnos en la revuelta de las carnes de Itziar. Descubrir que no hay nada defectuoso en ninguna de nosotras, ninguna tara de nacimiento por el simple hecho de ser mujeres. Y es que la gracia de los cuerpos, como la de los rostros, como la de las personalidades, es precisamente la diversidad. Que todas somos, cada una de nosotras, únicas y que todo lo que somos, somos nosotras, que nuestro cuerpo somos nosotras.

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