Pequeño observatorio

Y el robot felicitó a los novios

JOSEP MARIA Espinàs

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La palabra robot fue inventada por un autor teatral checo, Capek, que la introdujo en una de sus obras de denuncia social. Esto ocurría en 1920. La robotización ha progresado desde entonces, y muchos campos de la ciencia y de la industria se han revolucionado y alcanzado grandes logros gracias a la robótica.

Pero lo más extraño es que un robot haya oficiado una boda. En un restaurante de Tokio, el robot Yo-Hado ha casado a una pareja de novios. La empresa que fabrica el robot casamentero dice que ya hay tres aparatos así oficiando bodas en Singapur. Si en Japón ya había parejas que se casaban por el rito cristiano porque les gustaba más la liturgia, el nuevo paso es radical: quien celebra la boda ya no es una persona, es un robot. Evidentemente, se trata de una innovación ultramoderna.

Hay gente, en nuestro país, que se casa por la Iglesia con fe o sin ella. Tiene un lado emotivo el hecho de oír cómo esa persona que está al pie del altar, revestida lujosamente para la ocasión , pronuncia en voz alta sus nombres: «Tú, María, ¿quieres...». «Tú, Juan, ¿quieres...».

No sé qué palabras dice el robot. Quizá los novios también se emocionen, pero las frases son fríamente perfectas. El robot no tose, ni se equivoca, como a veces le ocurre a un sacerdote.

Pienso que tardará muy poco en aparecer el robot funerario. Hablará del difunto sin que le tiemble la voz. No creo que esté suficientemente perfeccionado para abrazar a los familiares del muerto y soltar alguna lágrima si ve que alguien llora. Pero si Dios –o la robótica– así lo quiere, todo se andará.