El radar

Rita Barberá y Marcos Ana: la muerte a izquierda y derecha

Mis muertos. Tus muertos. Nuestros muertos. Sus muertos. De la política de trinchera, la del nosotros y ellos, no se escapan ni los fallecidos

Fernando Macarro, conocido como Marcos Ana, en su casa en el 2013.

Fernando Macarro, conocido como Marcos Ana, en su casa en el 2013.

JOAN CAÑETE BAYLE

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Esta semana pareció que la muerte se había hecho de derechas. El fallecimiento de Rita Barberá, senadora, excaldesa de València durante más de dos décadas, reoudiada por su propio partido por su implicación en casos de corrupción del PP en la Comunidad Valenciana. La muerte cambió el estatus de Barberá, que de apestada en las filas del PP pasó a erigirse en mártir de quienes sufren la pena del telediario, el “periodismo de acoso y escrache” del que habló el portavoz del PP en el Congreso, Rafael Hernando. La muerte limpió la mala imagen de Barberá y también la convirtió en lamentable objetivo de ensañamiento en las redes sociales, donde muchos, directamente, celebraron su muerte. O mártir u objeto de escarnio de cuerpo presente. O la santa súbita alzada a los altares en los discursos de los dirigentes del PP —en muchos casos, de una hipocresía difícilmente superable— o el acto de mala educación de los diputados de Podemos de no respetar el minuto de silencio en el Congreso. Parece que la cultura política española no sea capaz de generar nada mejor. 

Esta semana pareció que la muerte se había hecho de izquierdas. Murió a los 96 años Marcos Ana, el preso del franquismo que más años pasó en la cárcel, 23. Firme defensor de los derechos humanos, empezó a escribir poemas en la cárcel. La mano izquierda de las redes se llenó de homenajes al poeta comunista, mientras la mano derecha, la misma que exigía respeto a los muertos cuando hablaba de Rita Barberá, calló, que es lo que a su juicio hay que hacer con las victimas del franquismo (para no reabrir heridas, dicen algunos de los heredros de los que propinaron esas heridas) o zahirió. Por supuesto, ni rastro de homenaje en el Congreso al poeta, como no lo hubo por José Antonio Labordeta. Si la muerte puede ser de izquierdas o de derechas, lo de los homenajes en el Congreso parece que solo es para la “gente decente”, que diría Mariano Rajoy. A cantautores y poetas, que se les recuerde en las calles; a las victimas del franquismo, que les pongan flores en las cunetas.

LA AMNESIA DE LA MUERTE

Al margen de un indecente cálculo político, hay mucho de cultural en los elogios desmedidos a Barberá desde sus propias filas, la muerte suele ser una gran olvidadiza, y con los muertos acostumbramos a llevar a cabo un fenomenal ejercicio de amnesia. Pero también hay en las decenas de cartas que hemos recibido en Entre Todos genuinos llamamientos al respeto. “Yo invito a todos los que hoy festejan e injurian la dimensión humana de esta señora en virtud de su mal obrar político a que piensen que alegrarse por su muerte es alegrarse por el sufrimiento de aquellos que la rodeaban y la estimaban (…). Lo sucedido en las redes sociales no es más que una prueba del más vil canibalismo moral, el que olvida que los políticos pueden ser malos políticos, pero no dejan de ser humanos”, escribe José González Fluxá, de Barcelona. “Nos hemos convertido en unos desvergonzados cuyo límite se ha sobrepasado desde hace años. ¿Qué podemos esperar de una sociedad que insulta incluso a los muertos, mofándose de ellos y alegrándose de tal desgracia? Nada bueno”, dice en su carta Claudia Checa, de Barcelona.

Del otro lado también hay argumentos: “La muerte de cualquier persona es y debe ser un hecho a lamentar del que nadie se puede alegrar. Dicho esto, pienso que es compatible ese pensamiento con, por ejemplo, negarse a secundar un minuto de silencio en sede parlamentaria, como han hecho los diputados y las diputadas a los que yo he votado. Y es que la trayectoria política y pública de Rita Barberá no ha sido ejemplo de nada edificante ni merecedor de ser recordado, más que para no permitir que se repita”, argumenta Alejandro Pérez, de Sant Boi de Llobregat, que no olvida “las burlas de las víctimas del accidente de metro de Valencia”. “Descansa en paz, Rita Barberá, de ti misma, de tu entorno absurdo y falso, del peso de las mentiras que has tenido que decir y de la corrupción que te ha rodeado y que te ha ahogado”, escribe Enrique Alonso, de Arenys de Mar.

UN GRITO DE DOLOR

Mis muertos. Tus muertos. Nuestros muertos. Sus muertos. De la política de trinchera, la del nosotros y ellosno se escapan ni los muertos. “Mi pecado es terrible /  quise llenar de estrellas / el corazón del hombre. / Por eso aquí entre rejas / en diecinueve inviernos / perdí mis primaveras./  Preso desde mi infancia / ya muerta mi condena / mis ojos van secando / su luz contra las piedras. / Mas no hay sombra de arcángel / vengador en mis venas: / España es solo el grito / de mi dolor que sueña”, que dejó escrito Marcos Ana.