El epílogo

Al 'rico' asalariado

ENRIC HERNÀNDEZ

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A nadie puede sorprender que, tras un año de especulaciones, anuncios y rectificaciones, el Gobierno suba al fin los impuestos «a los que más tienen». Eufemismo de resabios gauchistas muy del agrado del presidente y que entre todos hemos aceptado como sucedáneo de «ricos», cuando quienes más poseen tienen que ser, por definición, ricos en grado superlativo. Veremos si el guiño de última hora disuade a los huelguistas el 29-S.

En rigor, ni siquiera responde a la realidad la manida referencia a «rentas más altas», el otro circunloquio empleado para describir a las próximas víctimas propiciatorias de esta etapa de ajustes, El alza fiscal, hablemos claro, afectará a un ínfimo porcentaje de los asalariados españoles: poco más de 160.000 empleados que, representando solo el 0,9% del total, aportan ya el 18% de la recaudación total del IRPF.

Sus salarios, superiores a los 120.000 euros, justifican sin duda que contribuyan más que el resto a la caja común, máxime en momentos de dificultad como los presentes. Otra cosa es que estos profesionales altamente cualificados, trabajadores por cuenta ajena por muy envidiable que sea su retribución, deban soportar una carga fiscal sensiblemente más alta mientras que otros, mucho más adinerados que ellos, siguen burlando al fisco.

Premio a la picaresca

¿Ejemplos? Esos empresarios, sin duda una minoría, que se asignan salarios miserables y luego endosan a la compañía gastos particulares para aminorar los beneficios, que por cierto cotizan al 18%; reputados especialistas de la medicina privada que por descuido no declaran todos los honorarios percibidos y por fortuna cambian de coche como de camisa; multipropietarios de plazas de párking que, acaso por aversión a los bancos, siempre cobran el alquiler en metálico; los 3.000 titulares de cuentas en Suiza invitados a regularizar en cómodos plazos esos fondos expatriados... Apretar las tuercas a los profesionales que por fuerza deben cumplir con Hacienda, y no a los defraudadores profesionales, entraña un premio a la picaresca intolerable en lo moral e insostenible en lo económico.