EL NUEVO MINISTRO DE CULTURA

Revolución cultural

El nombramiento de Màxim Huerta fue el último en ser anunciado. ¿Cuántas personas declinaron la invitación presidencial?

Íñigo Méndez de Vigo (izquierda) junto al nuevo ministro de Cultura y Deporte, Màxim Huerta, en Madrid.

Íñigo Méndez de Vigo (izquierda) junto al nuevo ministro de Cultura y Deporte, Màxim Huerta, en Madrid. / REUTERS / PAUL HANNA

Joan Ollé

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En la China de hoy, más de 100.000 cámaras apuntan día y noche a sus habitantes para saber de sus actos, incluso los más privados, que son  primorosamente registrados en su carnet de identidad moral para así  premiar a los buenos y castigar a los malos: es la versión posmaoísta del "Dios lo ve todo". ¿Nos hallamos ante una nueva Revolución Cultural 2.0?

Gracias a eso de la globalidad, también aquí y con las más pícaras tecnologías burlando rejas, cámaras y vigilancia,  hemos podido asistir a una clase de Oriol Junqueras, con analógica pizarra de fondo, explicando a sus compañeros reclusos que la Atenas de Pericles fue cuna de filósofos y democracia. Y, también gracias al chip, hemos podido saber que en sus horas libres el 'president' Torra se dedicaba a insultar a los españoles solo por su condición de serlo y que el tal Màxim Huerta, ministro en minoría ante ministras, celebró generosamente la españolidad de las curvas de Ana Rosa Quintana, exaltó al alimón con Umberto Eco su menosprecio hacia el deporte y concluyó: "Me cago en el puto independentista". ¿Quién se dedica a rastrear los tuits publicados hace una década? ¿Habrá que crear un nuevo ministerio posmaoísta para su destrucción o aireamiento?

No dispongo de opinión sobre el  ministro-sorpresa de Cultura y Deportes, ya que nunca tuve el gusto de conocerle por su nombre, por su rostro ni por su condición de escritor: jamás vi expuesto en ninguna librería -o no reparé en ello - alguno de los tomos de su extensa bibliografía. A falta de leer sus libros, pero leído su currículum, resulta que toda su vida profesional ha transcurrido entre su autonómico Canal 9 y Tele 5, donde,  además de presentar telediarios, militó a lo largo de 10 años en el magacín matinal de la ya citada Ana Rosa. Si saliendo por la tele puedes llegar a reina, ¿por qué no a ministro de Cultura?

El flamante presidente Sánchez ha insistido en la importancia de la cultura (¿qué es para él?) en cualquier sociedad, y, en consecuencia, ha resucitado el ministerio que Rajoy exterminó; pero Sánchez debe saber que un ministerio es algo más que una cartera, unas paredes y un presupuesto no aprobado por él. El nombre del nuevo ministro de Cultura fue el último en ser anunciado, in extremis. ¿Cuántas personas fuerte y honestamente comprometidas con la cultura declinaron la invitación presidencial? No me resultaría nada extraño que filósofos y pensadores de prestigio, conscientes de que la  'cultura' -un arma cargada de pasado-  asusta a los gobiernos porque puede crear 'criterio' en la ciudadanía, no se prestasen a avalar nuevas revoluciones culturales de entretiempo. El PSOE tuvo a Solana, a Semprún, a Solé Tura, a Alborch... y ahora a Màxim. Le deseo lo mejor.